Las proteínas, un nutriente importante en las personas mayores

La tendencia actual en la mayoría de países desarrollados evidencia un descenso en la tasa de natalidad y un incremento casi exponencial en el envejecimiento de su población. De hecho, en España ya son 8 millones las personas mayores de 65 años.

Este crecimiento hace necesario un cambio en el modo de actuar sobre las personas mayores ya que, por un lado, son un colectivo vulnerable frente a la desnutrición y, por otro, necesitan numerosos recursos sanitarios.

¿Un colectivo vulnerable frente a la desnutrición?

El proceso de envejecimiento ocasiona cambios en la composición corporal de la persona mayor que impactan a nivel estructural y fisiológico condicionando la digestión, absorción y el transporte de nutrientes.

Estas alteraciones dificultan la masticación y lubricación de los alimentos en la boca haciendo más difícil el consumo de carnes y pescados en este colectivo. Además, el proceso de digestión también se ve afectado al disminuir la flexibilidad de las paredes gástricas que incrementan la sensación de plenitud y finalmente, tanto la superficie de absorción como el transporte de alimentos y sustancias nutritivas es más lento lo que disminuye su absorción.

Todos estos cambios hacen que la persona mayor sea más sensible a la pérdida de peso y que tenga que hacer un mayor esfuerzo para prevenirla que una persona joven. Si, además, añadimos a estos cambios enfermedades crónicas como la hipertensión, diabetes, hipercolesterolemia, o situaciones clínicas puntuales como una fractura de cadera o problemas con la dentadura, la persona mayor está rodeada de una serie de circunstancias que dificultan que su peso se mantenga estable.

Si no actuamos ante estos hechos, el individuo mayor comienza a perder peso e inicia un camino hacia la desnutrición condicionando el pronóstico de sus enfermedades crónicas, reduciendo su capacidad de autonomía y siendo más susceptible frente a infecciones y complicaciones

Sin embargo, desde una perspectiva preventiva, se puede evitar llegar a esta situación a través de recomendaciones o complementos nutricionales, cuando existan situaciones que, a corto plazo, pueden ocasionar una pérdida de peso.

Un caso bastante frecuente es el de las personas mayores que tienen dificultades para consumir carne o pescado debido a que tienen problemas para adaptar su dentadura o sufren dificultades para tragar. En estos casos, el déficit proteico condiciona la construcción de estructuras o la regeneración de tejidos en el individuo y supone una pérdida de masa muscular que deteriorará su funcionalidad y autonomía además de ocasionar déficits proteicos que pueden complicar la cicatrización en el caso de úlceras o heridas. En estos casos, una recomendación dietética basada en alimentos ricos en proteínas y un complemento proteico a base de suero lácteo puede frenar un pronóstico desfavorable, reducir la lista de complicaciones asociadas y su coste tanto en gasto como en recursos sanitarios.

La prevención de la pérdida de peso y la desnutrición debería ser una prioridad para todos los profesionales y personas involucradas en el cuidado de nuestros mayores. En este sentido, el cuidador tiene una labor clave puesto que puede informar al farmacéutico o al médico de atención primaria. Para ello, es fundamental que controle tanto el peso como la ingesta de la persona que tiene a su cuidado.

En relación a la ingesta, deberá tener en cuenta que, si habitualmente la persona que cuida no consume los primeros platos, podría desarrollar a medio plazo un déficit de energía. Si por el contrario es el segundo plato el que no consume, se puede instaurar un déficit de proteínas. Finalmente, es importante controlar el peso en la farmacia cada 2 o 3 semanas para alertar sobre su descenso. De este modo, entre todos contribuiremos a que muchas personas mayores envejezcan de forma más saludable y mejoren su calidad de vida.