Cuando la piel se cansa

La vitamina C atenúa los signos de fatiga proporcionando a la piel firmeza y luminosidad

Quizás porque es el órgano más grande del cuerpo -entre 1,5 a 2 m2-, y puede pesar entre 2,5 y 4 kilos, la piel es también el órgano más expuesto a todo tipo de agresiones procedentes del medio ambiente, especialmente en el rostro y cuello, zonas habitualmente desprotegidas. Los rayos solares en verano y la previsible deshidratación, el mal tiempo en otoño e invierno, el aire contaminado de las ciudades, las calefacciones o el aire acondicionado, el estrés, además de factores hormonales, la calidad de la nutrición, el consumo de alcohol y tabaco...

A ello hay que sumar la huella que va dejando el paso de los años, ayudada con una más que probable herencia genética, que influye a favor o en contra de dicho proceso. Son demasiadas agresiones. Al final, la consecuencia más visible e inmediata es una piel fatigada, aunque quizá sería más propio decir un rostro cansado, opaco, con notable ausencia de luminosidad.

Cierto es, que la ciencia hoy en día hace posible retrasar ese envejecimiento, mejorando algunos de los factores que lo propician, aplicando nuevos tratamientos con aparataje sofisticado, así como con productos cosméticos y farmacológicos que consiguen prolongar la tersura de la piel por más tiempo. En este extremo, y en la lucha contra las arrugas superficiales, por ejemplo, los especialistas recomiendan el empleo de cosméticos que contienen hidroxiácidos, retinol y/o vitamina C, o cosméticos con péptidos si son más pronunciadas, que disminuyan el tono muscular.

Por supuesto es importante la hidratación para aportarle luminosidad y elasticidad al cutis. Desde la Academia Española de Dermatología se recomienda muy claramente a este respecto que el cuidado de la piel se inicie con una correcta limpieza e hidratación, además del fomento de hábitos de vida saludables, empezando por una alimentación sana y ejercicio físico regular, lo que además ayuda a prevenir enfermedades. De igual modo, es muy importante el descanso reparador, dormir las horas necesarias que el cuerpo demanda.

Las primeras arrugas

En definitiva, de lo que se trata es llegar a los cuarenta aparentando, como mínimo, treinta y pocos, a los cincuenta cuarenta y pocos..., y así sucesivamente, con mente y cuerpo sanos. En esta tarea de poner freno al proceso de envejecimiento, la doctora Carmen Fernández, de la Sociedad Española de Medicina Estética, recomienda tomar medidas ya a los 30 años, que es cuando aparecen las primeras arrugas. Según esta especialista, a esa edad se puede comenzar a aplicarse peelings químicos superficiales y dermoabrasión para erradicar posibles cicatrices de acné y mejorar el aspecto general de la piel; también es habitual recomendar el uso de cremas antiarrugas.

En las décadas sucesivas, 40, 50, 60..., el fotoenvejecimiento cutáneo comienza a hacerse más patente, como es obvio, y aunque inicialmente es de carácter moderado, es posible que aparezcan manchas oscuras.

Llegan los 50, la mitad de un siglo, el fotoenvejecimiento es notorio; coincide con la llegada de la menopausia y los consiguientes cambios hormonales, cuya acción repercute en la piel. En esta etapa disminuye el espesor y la celularidad de la dermis y la epidermis, surgen diferencias de pigmentación, arañas vasculares y la queratosis ya es visible, al igual que las arrugas sin movimiento. También el tratamiento se torna más complejo.

Mesoterapia facial

A medida que transcurren los años, los síntomas delatores del paso del tiempo se acentúan, el fotoenvejecimiento se torna más severo, las arrugas surcan toda la cara, la piel se vuelve seca y fláccida, con arañas vasculares visibles, etc. En este punto, el tratamiento experimenta un nuevo giro. Entre otras acciones, sin suprimir los métodos antes indicados, ahora se recurre a la mesoterapia facial, un método, mínimamente invasivo consistente en infiltrar en la piel, mediante microinyecciones, determinados elementos, como ácido hialurónico de alta densidad, solo o combinado con vitaminas, aminoácidos esenciales, oligoelementos, productos homeopáticos o silicio orgánico. El propósito es mantener una correcta hidratación a fin de estimular la actividad celular y mejorar así la elasticidad, turgencia y tono de la piel.

Para este cometido, también se prescriben complementos nutricionales a base de ácidos grasos poliinsaturados (omega3), antioxidantes y antirradicales libres, como las vitaminas A, E, y C, glutation, zinc, selenio y beta carotenos. Por otro lado, destacan los tratamientos despigmentantes como los citados peeling, láser, los rellenos de arrugas, la toxina botulínica o las cremas reafirmantes.