Días de guardería

Estos centros no son aparcamientos para niños sino el aliado de los padres en el crecimiento y educación de sus hijos

El nacimiento de un hijo abre la puerta a un sinfín de preguntas en las que antes ni siquiera habían pensado los padres. Normalmente, cuando la baja por maternidad termina, comienza una nueva realidad para toda la familia. La mujer ya no puede ser madre a tiempo completo y necesita que alguien se ocupe del bebé mientras está fuera de casa.

Si los abuelos están cerca, muchos padres ni siquiera se plantean otra alternativa. Sin duda, dejan a su bebé en buenas manos y al mejor precio: cero. Pero cuando no están disponibles o a kilómetros de distancia las dudas se disparan. Para quien le aterra la idea de separarse de su hijo en la puerta de una guardería, una cuidadora puede ser una solución ideal. Pero no siempre es posible contar con sus servicios, suele resultar más cara que la guardería, y a veces no es sencillo meter a un extraño en casa. Es el momento pensar en una guardería.

Escuela de la vida

No hemos de ver la guardería como un aparcamiento de niños, sino como un aliado en su crecimiento y educación. Allí, nuestro hijo no es el rey, sino un principito más, por lo que poco a poco se acostumbrará a relacionarse con otros niños y con sus educadores, asimilará unas normas de convivencia y aprenderá a compartir. En ella dará sus primeros pasos para convertirse en una personita independiente y con iniciativa y jugando ganará sensibilidad, habilidades, creatividad y se desarrollará físicamente. En definitiva, acumulará experiencias, aprenderá a aprender y disfrutará de un mundo nuevo lleno de novedades y estímulos.

Por todo ello, cambie el 'chip' y no piense en la guardería como la última opción. Aunque la mamá esté en casa o los abuelos puedan cuidar del pequeño en su ausencia, puede confiar en estos centros para que el niño inicie su andadura por universos distintos al hogar y se acostumbre a nuevas caras y estímulos. Y por qué no decirlo, gracias a la guardería unos y otros gozarán de un merecido descanso y de tiempo para preocuparse de sí mismos.

Las infecciones se adelantan

Pero no todo son ventajas. Como seguramente su pediatra ya le habrá avisado, los niños que acuden a la guardería tienen más probabilidades de contraer infecciones. Se trata, en la mayoría de ocasiones, de resfriados comunes, conjuntivitis, otitis o diarrea que desparecen sin mayores problemas.

La asistencia a la guardería simplemente 'adelanta en el tiempo' el contacto con diversos gérmenes. Si no es ahora, será en la etapa escolar, por lo que no le de más vueltas y tómese esta temporada de idas y venidas al médico como una etapa más o menos inevitable que hay que pasar y que un niño sano superará sin grandes problemas.

Pero como es lógico, si el pequeño padece alguna enfermedad crónica de tipo cardiaco, respiratorio o que afecte al sistema inmunitario y las infecciones típicas de guardería pueden comprometer aún más su situación es posible que ésta no sea la mejor opción.

Prevenir las continuas visitas al pediatra suele ser complicado. Normalmente se trata de infecciones víricas y basta con la simple exposición a personas enfermas para que el contagio esté servido. Como es lógico, cuántas más personas haya juntas, más fácil es que alguna tenga una infección y que la contagie a otras, de ahí que la guardería sea un escenario ejemplar para las infecciones. Además, gran parte de las enfermedades de las vías respiratorias se transmiten antes de que nada haga sospechar de su presencia y se puedan poner cortafuegos a su expansión.

Si lleva al niño a la guardería, no olvide velar por su propia salud. Los cuidadores y los padres se convierten en un eslabón más en la cadena de transmisión de enfermedades, lo que suele traducirse en un mayor número de infecciones también entre los adultos.

Prevención

Aún así, hay algunas cosas que podemos hacer para prevenir las infecciones. Lo primero es que los pequeños que acudan a la guardería y sus cuidadores tengan sus vacunas al día. En el caso de los niños, no necesitan ninguna vacuna adicional, basta con que hayan recibido todas las que el calendario oficial de vacunaciones establece para su edad.

Lavarse las manos con frecuencia es la medida más importante para reducir la transmisión de enfermedades en las escuelas infantiles y dos los momentos en los que hay que ser especialmente escrupuloso: antes de preparar la comida del niño y después de cambiarle los pañales. Es más, las guarderías deben tener instalaciones adecuadas y rutinas o procedimientos claros sobre cómo y dónde realizar ambas prácticas. Por precaución, también hay que lavar a menudo los juguetes de uso común y las toallas a diario.

A los trabajadores de la guardería también les corresponde vigilar la secuencia de infecciones que se suceden a lo largo del año y dar la voz de alarma en cuanto se declare alguna contra la que se puedan poner en marcha medidas de prevención.

Proceso de adaptación

Una vez tomada la decisión de llevar al pequeño a una guardería, toca lo más difícil: acostumbrarnos a ella. Los bebés entre los siete y los nueve meses de edad suelen aceptar mejor la nueva rutina que los mayores. A partir de esta edad, hasta los dos años, el contacto con los desconocidos se torna complicado y muchos niños lloran cuando no ven ninguna cara conocida. Niños y padres viven los primeros días como un verdadero suplicio, por lo que no se extrañe si su hijo se resiste a ir a la guardería.

Cuando el pequeño ve salir a sus papás por la puerta, no cree que sólo es una separación temporal sino que los ha perdido para siempre. Angustiado, pone en marcha sus mecanismos de supervivencia, la queja y el llanto. Por si esto fuera poco, tiene que hacer frente a un reto importante: obedecer a una persona que no conoce y mantener un trato de igual a igual con otros niños que están tan desorientados y preocupados como él. Con todo, los primeros días de guardería pueden ser un verdadero drama para su hijo, por lo que no ha de escatimar esfuerzos para ayudarle a combatir sus temores.

El papel de los padres

En esta dura etapa, el objetivo de los padres ha de ser reforzar la seguridad de sus hijos y transformar la situación en algo positivo. Lo primero que han de combatir es el sentimiento de abandono que tanto les angustia, de modo que si está inmerso en el proceso de adaptación, repita una y otra vez a su pequeño que cuando le deja en la guardería no le abandona. En este sentido, conviene que la adaptación sea progresiva y que poco a poco vaya aumentando el número de horas que deja al niño en manos de sus cuidadores y, si es posible, que sea uno de los padres quien cada mañana le acompañe a la guardería y le recoja. No escatime en cariño: los besos y los abrazos han de ser los verdaderos protagonistas de ambos momentos.

Es importante que su hijo vea que usted confía en las personas que cuidan de él, que le anime a que le cuente lo que siente y lo que hace cada día, pero sin agobiarle ni exigirle que lo haga. Poco a poco, tras unos días, ganará confianza, se dará cuenta de que se lo pasa bien curioseando con otros pequeños y sus temores se esfumarán.

El contacto con los cuidadores del pequeño ha de ser continuo y se les ha de ver como compañeros en el proceso de educación, crecimiento y socialización del niño. Gracias a ellos, descubrirá facetas de su pequeño que desconocía y contará con ayuda para combatir las conductas extrañas que le preocupan.

Una alternativa: los abuelos

Los abuelos que pasan mucho tiempo con sus nietos juegan un papel importante en su educación. Pero no hay que olvidar que son abuelos y como tales su papel educativo es permisivo, es decir, pueden consentir o permitir peticiones o situaciones que los padres ni consienten ni permiten. Cada cual ha de estar en su sitio y ejercer el papel que le corresponde.

Los abuelos tienen que asumir y aplicar las ideas educativas que los padres desean, aunque no les guste, y los padres tienen que enseñar a sus hijos a obedecer a sus abuelos y no descalificar las acciones de los mayores delante de los niños, por muy equivocadas que, a su juicio, sean. Lo importante es que ambos vayan al unísono, pero siempre bajo la batuta de los padres, que son los que tienen que marcar el ritmo de la educación.

Si cada cual sigue su propio criterio, se corre el riesgo de que el pequeño se líe y no tenga seguridad a la hora de comportarse. Y recuerde: la coherencia de los padres casa sin problema con los mimos de los abuelos, siempre que no sean la tónica habitual sino una fantástica excepción.

FUENTE: Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria, Asociación Española de Pediatría y Pediatría con sentido común para padres y madres con sentido común del Dr. Eduard Estivill y el Dr. Gonzalo Pin (Editorial: Plaza & Janés).