El número de cesáreas crece en España año tras año

La maduración previa del cérvix incrementa sustancialmente las posibilidades de parto vaginal

La tasa de cesáreas crece sin parar en la mayoría de los países desarrollados, llegando a veces a triplicar la recomendada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) que se sitúa entre el 10 y el 15 por ciento. Es opinión generalizada que este incremento se debe en parte a razones no justificadas clínicamente, como la conveniencia particular de algunas gestantes o los especialistas que las atienden, el aumento de demandas en la especialidad, la viabilidad fetal ante posibles patologías (que se ha rebajado a la 24 semana de gestación), equipos con menos experiencia, cesáreas menos peligrosas que antes o la falta de adhesión a protocolos de trabajo, entre otros factores.

La idea que subyace en la población general es que la cesárea simplifica el parto e imprime seguridad sobre el feto, siendo inocua para la madre. La evidencia científica demuestra que esta política de incremento de cesáreas es perjudicial a medio y largo plazo sobre la salud materna y del neonato, incrementando ostensiblemente los costes de la sanidad.

"Aumentan significativamente los gastos directos de quirófano y hospitalización y el riesgo de segundas cesáreas. El descenso de un punto porcentual en las tasas de cesárea frente al parto vaginal llegaría a producir un ahorro cercano a los 6 millones de euros anuales en toda España", asegura el doctor Eduardo Cabrillo, Jefe de Servicio de Obstetricia y Ginecología del Hospital La Moraleja.

Existen ciertos grupos de embarazadas que aglutinan el 64,5 por ciento de las indicaciones de cesáreas, con factores que podrían modificarse para disminuir esta tasa: mujeres en su primer embarazo a término a las que se induce el parto, mujeres a término que han parido ya otras veces y con una cesárea anterior y, por último, gestantes con el feto en podálica (de nalgas).

Para el doctor Juan Luis Delgado Marín, Coordinador de la Unidad de Medicina Materno-Fetal del Hospital Universitario Virgen de la Arrixaca de Murcia, "el paradigma clásico a mayor número de inducciones, mayor número de cesáreas se debería sustituir por a mayor número de inducciones de parto correctamente indicadas y conducidas, menor número de cesáreas, basándonos en la evidencia científica. Mejorar las condiciones del cuello uterino (cérvix), madurándolo previamente, incrementa sustancialmente las posibilidades de éxito en el parto de forma segura para madre e hijo".

Según afirma este especialista, "de entre todos los métodos para favorecer esta maduración, las prostaglandinas locales, administradas mediante un dispositivo de liberación prolongada, son el método de elección sin discusión alguna. Se han postulado otros métodos de madurar el cérvix, desde métodos "naturales" (realizar el coito con frecuencia los días previos al parto, productos de fitoterapia, acupuntura, homeopatía, etc.) hasta métodos más invasivos como el despegamiento de las membranas de la bolsa, la rotura artificial de membranas o el uso directo de la oxitocina intravenosa, pero ninguno de ellos supera a las prostaglandinas en el efecto madurativo sobre el cérvix".

Por otro lado, es fundamental la conducción correcta del parto, optimizando los protocolos de atención a la gestante en las últimas semanas de embarazo, mejorando los circuitos de inducción de parto en los hospitales, formando a los profesionales implicados, reevaluando continuamente los resultados y la satisfacción de los padres, y adecuando los tiempos de atención a la gestante con el parto inducido según las guías del parto de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO) que afirman que la mujer con inducción de parto tiene inicialmente unas condiciones obstétricas muy desfavorables para el parto, por lo que hay que darle el tiempo adecuado para que el parto pueda progresar. De esta manera, se incrementa el nivel de adecuación de la inducción y se minimiza el número de cesáreas por inducciones fallidas.

Evitar la inducción electiva

Según los expertos hay que eliminar las indicaciones de inducción electiva del parto por conveniencias de la madre y el ginecólogo (molestias y sobrecarga del final de la gestación, bebés aparentemente grandes, conveniencia de fechas, etc.) que no suponen riesgo para la salud materno-fetal y sí pueden abocar a un parto prolongado, no deseado por nadie, o a una cesárea por haber fallado la inducción del parto. La SEGO establece que el momento óptimo para inducir el parto en embarazadas de bajo riesgo a término se da entre la 41 y 42 semanas de gestación, considerando como embarazo prolongado aquel que se extiende más allá de la semana 42, período en que se incrementan exponencialmente los riesgos para el feto.

Aunque una cesárea pueda tener menos complicaciones para el feto, puede suponer  graves consecuencias para la madre con complicaciones por sangrado, posibles lesiones urinarias o intestinales, infecciones, tromboflebitis, etc., aumentando la mortalidad pues no debe olvidarse que se trata de una operación mayor. La mortalidad materna aumenta entre 5 y 6 veces en el caso de sufrir una cesárea.

Los datos evidencian que el número de intervenciones es aún mayor en la asistencia privada, alrededor de un 40 por ciento frente al 23-25 por ciento de la pública, debido entre otras razones a que el médico suele trabajar solo. Por eso hay hospitales privados que están desarrollando programas para atender el parto por equipos, a equivalencia del sistema sanitario público, facilitando así el parto vaginal.

Los expertos señalan que la maduración cervical se debe realizar obligatoriamente en aquellas gestantes con cérvix desfavorable (cuellos de útero rígidos, sin borrar, apenas dilatados, etc.), aunque también ofrece buenos resultados en pacientes con condiciones obstétricas favorables -sin contracciones-, puesto que el inicio del parto es mucho más eficaz, la dilatación se consigue a un ritmo óptimo y se acorta el tiempo del parto.

Por su parte, la inducción es recomendable siempre que exista el mínimo riesgo para madre y/o feto, en caso de embarazos patológicos, y en el término de la gestación en el embarazo de bajo riesgo. Con un control estricto sobre madre e hijo, los riesgos son mínimos, equiparables a los de cualquier parto de inicio espontáneo.