Los españoles consumen menos calorías en la dieta que hace 20 años pero, paradójicamente, la tasa de obesidad aumenta

En estas dos décadas se ha reducido la ingesta de cereales y legumbres y aumenta la de carnes, lácteos, refrescos, zumos y bebidas azucaradas

La población adulta española ingiere una media de 2.542 calorías diarias, en torno a 250 calorías menos que lo que consumía hace dos décadas. A pesar de ello, la tasa de obesidad en este periodo ha crecido de un 17 a un 21 por ciento, probablemente debido a un estilo de vida más sedentario. Sin embargo, al contrario de lo que cabría esperar, la población nacional menor de 60 años presenta una mortalidad cardiovascular inferior a la de otros países del entorno, un fenómeno que los investigadores asocian, en parte, al hecho de que los españoles, sobre todo las mujeres, exhiben una tasa superior de colesterol HLD, el "bueno", cuyo efecto cardioprotector es conocido. Estas son algunas de las conclusiones del Estudio DRECE (Dieta y Riesgo de Enfermedades Cardiovasculares en España), una investigación que desde hace dos décadas analiza la relación entre los hábitos de consumo alimenticio y las enfermedades cardiovasculares en nuestro país.

La dieta de los españoles ha sufrido cambios notables a lo largo de estas dos décadas, aunque, como señala el doctor Agustín Gómez de la Cámara, de la Unidad de Investigación Clínica e Instituto de Investigación Sanitaria del Hospital Universitario 12 de Octubre, "al comienzo del estudio, en 1991, se evidenció la existencia de una dieta mediterránea en la que se mantenía la alimentación tradicional, un patrón que aún hoy permanece". Es más, según los expertos del DRECE, la dieta española, sin ser la mejor posible, no ha empeorado: "aunque aun consumimos menos hidratos de carbono de los que debiéramos, casi cumplimos las recomendaciones en lo que se refiere a proteínas y tipos de grasas", añade el experto.

Según explica el doctor Gutiérrez, del Instituto DRECE de Estudios Biomédicos, "el panorama sobre los hábitos alimentarios de la población española no es malo; nos aproximamos a las recomendaciones dietéticas saludables, sin detectar cambios que pueda ser motivo de alarma". De hecho, la evolución a lo largo de los estudios DRECE muestra una ligera tendencia a ser más cardiosaludable.

Actualmente, el 42,2 por ciento de la energía que ingieren los españoles proviene de los hidratos de carbono (cereales, patatas, legumbres), respecto al 40,2 por ciento de 2003; un porcentaje mejor aunque todavía por debajo del 50 por ciento recomendado. Por el contrario, el consumo de grasas totales y proteínas sigue siendo elevado.

Respecto a la fuente de los hidratos de carbono, comemos menos legumbres, pero algo más de frutos secos. Además, ha disminuido la ingesta de cereales (pan, arroz, pasta,...). Por el contrario este aporte calórico se  ha ido sustituyendo por otros alimentos como refrescos, zumos y otras bebidas azucaradas, un aspecto que preocupa a los especialistas ya que "este hecho puede pasar desapercibido, pero su asociación con la obesidad y el síndrome metabólico es claro", aclara el doctor Gutiérrez. Un aspecto positivo es el aumento notable en el consumo de pescado, alimento rico en proteínas, con mejor contenido de grasas y mayor aporte de ácidos grasos omega-3.

En cuanto a la calidad de la grasa consumida, en España perduran los hábitos alimentarios propios de la dieta mediterránea y el consumo de aceites sigue siendo el tradicional, con una preferencia mayoritaria por el de oliva, observándose una estabilidad en su uso. Por el contrario, el consumo de grasas de tipo margarinas y mantequillas ha aumentado.

Lo que sí parece haber cambiado es la calidad de la grasa nutricional, con un incremento de consumo de lácteos (sobre todo desnatados) y una transferencia del consumo de carne grasa hacia cárnicos con más riqueza en proteínas y menor contenido graso como el jamón, el pavo, el pollo o la ternera. La ingesta de pescado también ha ido creciendo con los años.

"Esto se traduce en una disminución de la grasa saturada y un aumento relativo en la grasa monoinsaturada", explica el doctor Gutiérrez. "Aún así, se mantienen altos los consumos de quesos, bollería y aperitivos con elevado aporte energético, de grasas saturadas y ácidos grasos trans, poco deseables desde el punto de vista de la salud cardiovascular", advierte este especialista.

Diferencias por sexo y edad

Respecto a la edad, los jóvenes entre 20 y 34 años consumen más bebidas sin alcohol, bollería, cereales, lácteos enteros y carnes que los de mayor edad. Son las personas entre 35 y 49 años las que toman más bebidas alcohólicas. Asimismo, a medida que la población envejece, adopta hábitos dietéticos más cardiosaludables, apreciándose, entre otros, un notable aumento en la ingesta de frutas y verduras en el grupo de más de 50 años.

Aunque, en general, la dieta no es muy diferente según el sexo, sí se ha observado que la de las mujeres es más rica en verduras y frutas, mientras que los hombres consumen más carne y bebidas alcohólicas. Asimismo, los lácteos desnatados son más propios de las mujeres.

La doble paradoja española

El incremento de las tasas de obesidad observado en la población española a pesar del descenso en la ingesta total de calorías es una de las conocidas como "paradojas españolas". Tal y como explica el doctor Miguel Ángel Rubio, coordinador de la Unidad de Nutrición Clínica y Dietética, del Servicio de Endocrinología y Nutrición del Hospital Clínico San Carlos de Madrid, la obesidad "se produce en mayor medida en zonas económicamente más desfavorecidas como Andalucía, Extremadura, Galicia y Canarias, donde hay una mayor proporción de personas con menor nivel socio-económico y cultural que acceden a un tipo de alimentos más baratos, que suelen contener más grasa o son más ricos en hidratos de carbono". Además, achaca el aumento de obesidad al modo de vida sedentario: "Los jóvenes dedican cada vez menos tiempo a la actividad física y más a ver la televisión o a permanecer delante del ordenador, lo que, a su vez, puede incitar al sobreconsumo inadvertido de picoteos".

Aunque España cuenta con el mismo porcentaje de población con obesidad, con colesterol elevado o con hipertensión arterial que otros países del entorno, presenta unas de las cifras de mortalidad cardiovascular más bajas del mundo. Es la segunda paradoja española. "Probablemente haya un origen genético para explicar esta paradoja, pero, por otro lado, el estudio DRECE pone de manifiesto que los españoles, sobre todo las mujeres, presentan una de las cifras de colesterol "bueno" más elevadas respecto a otros países con mayor mortalidad cardiovascular", indica el doctor Gómez de la Cámara. Se sabe que tener unas cifras elevadas de colesterol HDL, el denominado "bueno", ejerce un efecto protector frente a los accidentes cardio y cerebrovasculares.

Otro hallazgo que se confirma en el análisis DRECE es cómo influye el peso en la percepción de los ciudadanos en relación con su calidad de vida. El estudio muestra cómo a medida que aumenta el peso la percepción de calidad de vida disminuye, tanto en hombres como en mujeres, fundamentalmente en lo relacionado con el estado físico.

El sedentarismo favorece la obesidad en los jóvenes.

El sedentarismo favorece la obesidad en los jóvenes.

Comer sano desde la infancia

En opinión del doctor Rubio, las únicas respuestas para mantener la dieta mediterránea a largo plazo son "la educación desde la escuela y la adopción de medidas que favorezcan la actividad física por parte de las administraciones locales". Asimismo apunta a la familia, la escuela o el centro de trabajo y a las autoridades locales, comarcales y nacionales como áreas donde se puede actuar. "Básicamente se trata de educar a la población desde la infancia introduciendo en el curriculum escolar aspectos del estilo de vida. Para ello son necesarias medidas similares a las que se han puesto en marcha en el caso del tabaco, que promuevan una sensibilización por la comida saludable y una actividad física adecuada". En su opinión, entre otras, serían necesarias iniciativas como disponer de los patios de los colegios por las tardes para que sus alumnos puedan jugar, facilitar carriles-bici o carriles para ir a la escuela caminando; políticas de control del vending o de prohibición de venta de golosinas en las proximidades de los colegios, mejorar la información nutricional en el etiquetado de los productos o introducir un impuesto para las comidas con más grasas y azúcares.

Este especialista apuesta igualmente por adoptar una política sanitaria que tenga en cuenta a las personas que ya tienen sobrepeso u obesidad, "introduciendo en los centros de salud programas de educación nutricional y de modificación del estilo de vida a cargo de profesionales experimentados y con apoyo para el ejercicio, como rehabilitadores físicos, o favoreciendo descuentos a los obesos en polideportivos y gimnasios".