¿Es posible volver al trabajo con una sonrisa?

El mejor remedio contra el síndrome postvacacional está en prevenir su aparición volviendo poco a poco a la rutina y disfrutando de motivaciones todo el año.

Parece que ha pasado una eternidad desde que disfrutaba de la playa, cuando lo cierto es que tan sólo hace unos días que han finalizado sus vacaciones. Le persigue la sensación de que cualquier tiempo pasado fue mejor y no asume tener que retornar a los horarios estrictos, al estrés y las exigencias laborales y familiares.

Se encuentra débil, triste, no tiene ganas de hacer nada, le falta el apetito y puede que, mientras apenas duerme de noche, dé más de una cabezadita a lo largo del día.

Su mente no se concentra y su cuerpo tampoco asume la vuelta a la realidad. Está cansado y puede que los músculos le duelan o que el estómago le traiga algún que otro problema.

Parece que todo se ha vuelto en su contra. No tiene fuerzas para enfrentarse a su trabajo, puede que, sin saber cómo, sea incapaz de tomar cualquier decisión y es posible, aunque no lo habitual, que le toque observar atónito cómo su carácter se agria, e incluso se tiñe de cierta agresividad.

Lo habitual es que envuelto en este torbellino vaya pasando poco a poco por malestares típicos de un cuadro depresivo, aderezados con un toque de irritabilidad y ansiedad. Nervioso e inseguro no es raro que acabe pagando su desconcierto con los que tiene más cerca: familiares, amigos y compañeros de trabajo.

Tranquilo, no se está volviendo loco, es simplemente una víctima más del síndrome postvacacional.

¿Y qué es el síndrome postvacacional?

Para muchos, un precio que debemos pagar por la vida que caracteriza nuestra nueva era. La vuelta al trabajo es el detonante y es precisamente en este ámbito donde más se manifiesta. De repente, el trabajo se presenta ante sus ojos como una tarea ardua y difícil que no es capaz de controlar. Incapaz de acabar con la sensación de desidia y hastío entra en un círculo vicioso en el que las tareas se van acumulando.

No se preocupe, no le de demasiada importancia a lo que le está pasando, todo terminará como mucho en dos semanas. No es una enfermedad sino un estado de malestar pasajero que no reviste gravedad alguna y que tan sólo es fruto de un cambio de rutina.

Pero si esta situación se alarga en el tiempo o los síntomas se tornan demasiado intensos acuda a su médico de cabecera. Su problema puede ser otro, como depresión o ansiedad, y precisa ponerle remedio cuanto antes con el diagnostico y tratamiento oportuno.

¿A quién afecta?

Los afectados por este síndrome suelen ser personas jóvenes, menores de 40-45 años, que vuelven al trabajo de golpe, sin tomarse unos días para adaptarse poco a poco a su rutina diaria. Para ellos las vacaciones son unos días mágicos e ideales y, cuando terminan, desaparece cualquier motivación que les anime a seguir adelante, sobre todo si tienen que asumir con pavor que aún queda todo un año hasta las siguientes vacaciones. Normalmente están "quemados" con una actividad laboral con la que están desencantados.

Al parecer, el síndrome postvacacional azota con más fuerza a las mujeres que a los hombres. Y es que, no sólo vuelven al trabajo fuera de casa, sino que tienen que organizar el hogar para el comienzo del nuevo curso.

Y, como es lógico, las personas tendentes a la depresión o que han sufrido en el pasado un episodio de síndrome postvacacional son más propensas a caer en este estado de malestar. Además, también hay que tener en cuenta la personalidad y la capacidad de adaptación de cada cual, pues no todos contamos con las mismas armas psicológicas para plantar cara a la vuelta a la rutina.

Es más, la intensidad y duración del síndrome postvacacional puede revelar y poner a prueba la satisfacción personal y sacar a la luz que algo no 'funciona' en la vida de la persona.

El mejor remedio, la prevención

El mejor remedio contra el síndrome postvacacional está en prevenir su aparición con dos pilares básicos: vuelta progresiva a la rutina y disfrutar de motivaciones todo el año.

El periodo vacacional permite una libertad que no se tiene en otras épocas del año, aderezada con una ausencia casi completa de rutina y un desorden total de hábitos. Por lo que recuerde: cuando el final de las vacaciones se acerca, una vuelta progresiva a la rutina habitual puede permitir que el cambio no sea catastrófico. Lo ideal es que regrese a casa al menos dos o tres días antes de volver al trabajo para así reencontrarse poco a poco con su horario de siempre, su barrio, sus actividades habituales y la nueva estación que se avecina, con menos horas de luz y descenso de las temperaturas.

Las motivaciones impulsan a seguir adelante y muchas veces actúan como verdaderos parachoques que permiten superar muchas dificultades. Nadie se puede 'permitir el lujo' de prescindir de ellas y han de estar presentes siempre, no sólo en vacaciones.

Desearlas durante la mitad del año y lamentarse de su fin la otra mitad sólo puede minar su bienestar, por lo que no vuelque todas sus ilusiones en las vacaciones y planifique actividades placenteras durante todo el año, días laborables incluidos.

Recuerde reservar cada día un hueco en su 'apretada agenda' para sí mismo y sus aficiones, coger las cosas buenas que tiene su vida habitual y aderezarlas con los nuevos alicientes que descubrió en vacaciones. Y es que, aunque haya vuelto a su día a día, no tiene porqué dejar de, por ejemplo, salir con los amigos, leer o practicar algún deporte.

Un consejo: si puede elegir sus vacaciones lo mejor es que las divida en partes para así desconectar varias veces al año (dos periodos de quince días es una buena fórmula). Volver de vacaciones sabiendo que aún quedan más por delante ayuda a que la incorporación no sea tan traumática.

Y una vez en el trabajo, intente organizar y planificar los primeros días. No se agobie, márquese metas alcanzables, sea realista, haga un poco más cada día y establezca un orden de prioridades para las tareas pendientes, empezando, a ser posible, por lo más grato. No se deje vencer por los 'inconvenientes' y sea positivo: en la situación actual tener un empleo es un privilegio, por lo que afronte los primeros días de trabajo con una sonrisa y, si puede, durmiendo más horas de lo habitual.

De hecho, la crisis económica se perfila como el mejor antídoto para el síndrome postvacacional. No en vano, muchas personas han pasado de ver con malos ojos su trabajo a sentirse privilegiadas por el mero hecho de tener un empleo al que volver.