Un objetivo para 2014: poner freno al colesterol

El LDL o "colesterol malo" es el principal enemigo de las arterias y contra el que hay que luchar.

Cuando su presencia en la sangre supera los niveles considerados adecuados, la salud está en riesgo. Estamos hablando del colesterol, un tipo de grasa natural esencial para el buen funcionamiento del organismo, pero que se torna peligroso cuando sus niveles superan los niveles adecuados.

Son dos los tipos de colesterol establecidos, el HDL, más conocido como "el colesterol bueno", y el LDL o "colesterol malo", que es el principal enemigo de las arterias y contra el que hay que luchar. La diferencia estriba en el peso y la densidad de la proteína que lo transporta desde el hígado (donde se forma el 70 por ciento del colesterol) a la sangre. El resto lo aportan los alimentos.

El colesterol contribuye a la formación de ácidos biliares, que son de especial importancia para digerir las grasas. Además, gracias a él se logra la formación de ciertas hormonas, como las sexuales y las tiroideas, a la vez que los rayos solares lo transforman en vitamina D, que protege nuestra piel de la acción de agentes químicos y evita la deshidratación. Hasta aquí, el lado bueno, y como puede constatarse, su aportación al organismo es vital y de tal trascendencia que cuesta creer que en determinadas circunstancias pueda resultar dañina para el organismo que lo alberga.

La función del LDL es transportar el colesterol desde el hígado a todas las células del organismo; el HDL (el bueno), por su parte, se encarga de recoger el colesterol sobrante y devolverlo al hígado donde queda almacenado o es expulsado por la bilis. Cuanto más elevados son los niveles del colesterol HDL, más cantidad de colesterol malo es eliminado de la sangre.

En el caso del colesterol malo, el LDL, debido a su consistencia similar a la cera se acumula en las arterias formando una placa que a la postre da paso a la aterosclerosis. Dicha placa, que está compuesta por grasas, colesterol, calcio y otras sustancias, con el tiempo se endurece, con lo que además de estrechar las arterias, obstaculiza el flujo de sangre hacia los órganos y a otras partes del cuerpo. Las consecuencias pueden ser demasiado serias como para ignorarlas, pues van desde ataques cardiacos, a accidentes cerebrovasculares e incluso la muerte.

Prevenir, la mejor arma

La posibilidad de prevenir o acomodar el colesterol a los niveles adecuados está en nuestra mano. Para ello hay que tener la firme voluntad de asumir cambios en el estilo de vida y hábitos saludables que, en definitiva, si son desordenados, es donde reside la causa de un colesterol elevado. En este sentido, el médico o farmacéutico le aconsejará las acciones pertinentes para emprender la lucha contra este enemigo de las arterias, acciones que debe respetar a rajatabla si se quiere solventar el problema.

Tanto uno como otro le recomendarán, como primera medida, un análisis de sangre, ya que los niveles elevados de colesterol o hipercolesterolemia no presentan síntomas. El segundo paso a seguir es realizar cambios en la dieta, pues conviene vigilar qué alimentos son perjudiciales a este respecto y, en algunos casos, será necesario tomar un medicamento. Los controles de los niveles de colesterol se deben realizar con cierta regularidad para comprobar los resultados de las medidas adoptadas.

El apartado alimenticio requiere un esfuerzo, pues todos sabemos que no es fácil dejar los hábitos de la noche a la mañana. Se deben evitar las frituras, las comidas grasas, el tabaco, el alcohol, y restringir ciertos productos marinos, como gambas, cangrejo, pulpo, sepia, calamares, etc. Lo mismo cabe decir de las carnes rojas, mientras se les da preferencia a las carnes blancas y magras. Si existe sobrepeso, es preciso acabar con los kilos de más.

En este sentido, la comida rápida es mala acompañante, mientras representa lo contrario la dieta mediterránea, que implica alimentación equilibrada y sin grasas saturadas, aceite de oliva, pescado -especialmente el azul-, semillas y, en general, productos ricos en ácidos grasos monoinsaturados y poliinsaturados. No deben faltar los vegetales, legumbres, cereales, hortalizas y frutas.

Ejercicio y no automedicarse

No menos importante es el ejercicio. Paseos diarios a paso más o menos ligero o carreras suaves, ciclismo, natación..., todo ello acorde con la edad y las condiciones físicas de cada uno. Pídale consejo a su médico a este respecto. Estas actividades ayudan a limpiar las arterias, pues aumentan el HDL y reduce el LDL, así como los niveles de triglicéridos.

Si es necesario un tratamiento farmacológico, no debe automedicarse, sino seguir las indicaciones de su médico, ya que los medicamentos tienen contraindicaciones, dosis y frecuencia de toma que hay que respetar.

Cabe añadir que en las farmacias podemos adquirir productos que ayudan, siempre y cuando se lleven a cabo las anteriores recomendaciones, a reducir el colesterol, por lo que puede pedir consejo a su farmacéutico a este respecto. Entre dichas sustancias están los fitosteroles, ésteres de fitosterol, fitostanoles y ésteres de fitostanol, isoflavonas, vitaminas B3 y E, etc.