Pesadillas y terrores nocturnos en niños

En situación de tensión e incertidumbre, como la causada por la crisis sanitaria del Covid-19, puede tener repercusión en el sueño de los más pequeños.
terrores y pesadillas nocturnos

Los terrores nocturnos y las pesadillas son episodios comunes y difícilmente controlables pero que suceden, sin poder evitarlos, a lo largo de la vida. Sin embargo, en situación de tensión e incertidumbre, como la causada por la crisis sanitaria del Covid-19, puede tener repercusión en el sueño de los más pequeños causando la aparición de estos episodios. Por ello, conviene conocer cómo enfrentarse a ellos para así ayudar a los más pequeños a superarlos. 
 
“La situación actual a la que nos hemos visto sometidos también afecta a los niños, causándoles incluso estrés y ansiedad al limitar sus actividades cotidianas y sus relaciones interpersonales con la familia, amigos o compañeros de la escuela y, sobre todo, al estar expuestos ante el malestar de su entorno”, señala María García, psicóloga de Blua de Sanitas, quien añade que esto puede condicionar notablemente su descanso.  
 
En este contexto, y para poder combatirlos correctamente, el primer paso es aprender a distinguirlos y es que, aunque no lo parezca, existen diferencias entre ambos. “Las pesadillas son episodios desagradables y angustiosos que se producen durante el sueño REM. Se pueden presentar en cualquier momento de la noche, aunque es más frecuente en el último tercio” explica Maria García, psicóloga de Blua de Sanitas. “Se caracterizan por ser una manifestación de ansiedad o preocupaciones que se libera durante la ensoñación”, matiza.  
 
Ante un episodio de pesadillas los niños tienden a despertarse solos debido a la angustia y miedo sufridos. “Pueden recordar lo soñado de forma muy detallada, hasta el punto de creer que ha sucedido de verdad” aclara el especialista. Su periodo de máxima aparición se produce en el rango comprendido entre los 4 y los 8 años, en lo que se conoce como “la edad de los miedos” Aunque van desapareciendo con la edad de forma natural. 
 
En esta línea, la experta de Sanitas ha elaborado un listado con claves para saber cómo actuar ante ello:  

 • Acudir en su ayuda e intentar despertarle suavemente, con palabras de cariño y caricias. 
 
• No es necesario preguntarle sobre el contenido de la pesadilla. Conviene dejar el tema para otro momento. Pero escucharle si necesitan hablar de ello.  

  • Aclarar que se trata de una pesadilla y que está todo bien. En caso de ser necesario, se puede realizar un repaso de la habitación abriendo el armario o mirando debajo de la cama. 
 
• Se puede recurrir a “soluciones mágicas” como productos anti-pesadillas que harán que el pequeño se sienta seguro y protegido. 

Por otra parte, los terrores nocturnos suelen tener menor frecuencia que las pesadillas y se manifiestan en entre el primer año de vida y los 4 años. Otra de las diferencias radica en que, al contrario de lo que sucede con las pesadillas, se producen en la frase no REM del sueño, la cual abarca el primer tercio del tiempo dedicado al descanso. 
 
“Nos referimos a sueños más vívidos y angustiosos” distingue García, quien explica que “el sujeto permanece profundamente dormido, a pesar de llegar a tener los ojos abiertos o incluso a gritar o moverse”. La duración de estos episodios no suele superar los diez minutos, aunque “es probable que se conviertan en una eternidad para los padres que acompañan al pequeño”. Además, por complicado que sea de creer, al despertar no recordará nada de lo sucedido. 
 
Ante esta situación, la psicóloga de Blua de Sanitas recomienda:  

 • Cuando el niño sufre este tipo de terrores no conviene despertarle
 
• Es recomendable acercarse de manera suave y permanecer a su lado para evitar que se autolesione. 
 
• Es preferible no intervenir, mantener la calma y esperar a que pase el episodio. 
 
• Una vez haya concluido se recomiendan los gestos cariñosos, mostrar empatía y afecto. Harán que se sienta reconfortado y le ayudarán a dormir de nuevo. 

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), los lactantes menores de tres meses de edad deben tener entre 14 y 17 horas de sueño de buena calidad, incluidas las siestas; y los de cuatro a once meses, de 12 a 16 horas. Los niños de uno a dos años deben dormir entre 11 y 14 horas y en la etapa preescolar (tres, cuatro y cinco años), entre 10 y 13 horas diarias. Por tanto, es conveniente vigilar que estos episodios de pesadillas o terrores nocturnos alteren en la menor medida posible el ritmo de sueño de los pequeños. En caso de que estos episodios se repitan frecuentemente, es conveniente acudir a la consulta del pediatra y exponerle el caso.