El mundo único de los gemelos

La historia de los gemelos es una historia de amor y de desamor. Ya en el útero se acurrucan y se acarician, a la vez que compiten y pelean por ocupar el mejor lugar. La conexión entre ellos es indudable. Son ataduras tan especiales que cuando cumplen dos años tienen una grado de empatía, es decir de identificarse con su hermano y compartir sus sentimientos, sorprendente. Pero no todo es de color de rosa. Los celos y las envidias surgen fácilmente y la rivalidad está servida.

En el útero comparten espacio y cuando nacen siguen haciéndolo. Han de esperar su turno para poder alimentarse, para que les cambien el pañal o les cojan en brazos cuando lloran. Lo comparten todo y compiten por un premio muy especial: una mayor dosis de atenciones. Esta  competencia puede ayudarles a estimular su individualidad, pero llevada al extremo puede traer problemas.

Pasan mucho tiempo juntos, se desarrollan más o menos a la vez, tienen las mismas necesidades y al mismo tiempo, pero es muy importante que se definan como seres separados y diferentes. Han nacido juntos peros no son iguales y han de crecer como personas individuales. Esto es algo importante para que su desarrollo personal sea completo y para evitar que una separación, por corta que sea, acabe siendo traumática.

Dependencia

Individuales pero irremediablemente dependientes. Los gemelos dependen más el uno del otro que los hermanos de distintas edades. Aunque vayan a la guardería o al colegio, tardan más que el resto en hacer amigos. No es por timidez, de hecho suelen ser niños muy sociables y, en no pocas ocasiones, gozan de popularidad dentro de clase; es simplemente que, como ya tienen un fiel amigo en casa, no sienten la necesidad de buscar con quién compartir sus juegos.

Y aunque se suele pensar que uno domina al otro, no siempre es así. De hecho, los gemelos monocigóticos o idénticos con frecuencia se turnan para 'tirar del carro', en unas etapas uno y en otras otro. En realidad, los dos tienen el don del liderazgo pero, como no lo pueden demostrar a la vez, y por el bien de la convivencia, uno asume el control mientras el otro pasa a un segundo plano. Cuando están separados, el aparentemente sumiso toma el control de la situación.

En el colegio

Aunque la norma que impera en muchos colegios es separarles, no hay una regla buena para todos. Hay quien comparte hasta el pupitre y tiene una vida satisfactoria e independiente y quien necesita desenvolverse en colegios distintos. No tome la decisión a ciegas y tenga en cuenta la edad de los niños y la relación que exista entre ellos.

La escolarización han de empezarla juntos. Separarles de la madre ya es suficiente reto como para hacerlo también del hermano gemelo. Aún no conocen muy bien el concepto del "yo" y del "otro" y se sienten como una unidad con el hermano, por lo que separarles puede incluso causarles un trauma. Además, juntos en la guardería se apoyan mutuamente, toda una ventaja.

A partir de los tres o cuatro años, ya saben quién es quién, por lo que la cosa cambia. Si se llevan bien no hay motivos para separarles, pero si uno es muy dominante y arrastra al otro quizás hacerlo sea una buena opción pues, al estar el uno sin el otro, pueden ser ellos mismos.

Cuando cumplan los seis años se ha de plantear las cosas de nuevo. Si, por ejemplo, dependen mucho el uno del otro, uno critica continuamente a su hermano, se responsabiliza por los dos o lo cuenta todo en casa y el otro no puede añadir nada, hay que sopesar la posibilidad de separarlos, aunque hasta ahora hayan ido juntos.