La nutrición del futuro se pone a las órdenes de la genética

Una maquinaria genética desfasada en pleno siglo XXI

Nuestros genes aún no se han dejado seducir por la vorágine de la nueva era y siguen anclados en el pasado. En un mundo en el que los cambios se atropellan unos a otros a gran velocidad, nuestra maquinaria genética aún no ha tenido tiempo a adaptarse a las nuevas reglas del juego. Está preparada para seguir las directrices de la vida de hace miles de años y los cambios de costumbres y de alimentación actuales le traen de cabeza. Y todo, aún cuando el ser humano del siglo XXI es el resultado de miles de años de evolución y al organismo no le ha quedado otro remedio que amoldarse a las novedades que el entorno le ha deparado a lo largo de la historia para poder sobrevivir.

Aunque nuestro paladar se ha dejado seducir por los platos de lugares lejanos, en nuestro caso sobre todo del mundo anglosajón, nuestro organismo prefiere la dieta que nuestros antepasados crearon con los recursos que tenían a su alcance; por lo que si no quiere estar reñido con sus genes desempolve la dieta tradicional y haga suyas las recetas de la abuela. No en vano, tal y como relata José María Ordovás, director del Laboratorio de Nutrición y Genética de la Universidad de Tufts (EE.UU.), la globalización de dietas y estilos de vida está en la raíz de buena parte de los problemas ligados a la obesidad.

Genética y obesidad

Aunque cueste creerlo, precisamente entre los entresijos de esta maquinaria genética desfasada se forjó una de las causas de lo que ya es una epidemia mundial: la obesidad. Acostumbrado a tener que lidiar antaño con escasez de alimentos, nuestro organismo viene dotado de fábrica de sistemas que velan por nuestra supervivencia almacenando calorías. Una ventaja que en la actualidad se ha convertido en una lacra que explica, en buena medida, nuestra tendencia a coger kilos de más; no en vano, si hay algo que sobra en los países industrializados son precisamente calorías.

Pero no sólo nuestra alimentación está reñida con los genes, también nuestro estilo de vida. Nuestros horarios nada tienen que ver con los de nuestros antepasados. Ahora estamos expuestos a muchas más horas de luz, comemos a deshoras y no dormimos lo suficiente. Con tanto cambio, nuestro reloj interno, que vive aún bajo las directrices de antaño, se ha desajustado y con él todo el metabolismo, una situación que favorece la aparición de la obesidad, o al menos ésta es una de las teorías que plantea José María Ordovás.

Avances de la ciencia

Ordovás es uno de los padres mundiales de la Genómica nutricional, una nueva rama de la ciencia que estudia el complejo laberinto de interacciones entre nutrición, genes y salud y que en los últimos años ha plasmado su sello en grandes avances. Gracias a ella, ahora sabemos no sólo que la globalización alimentaria está volviendo loca a nuestros genes sino también que determinados tipos de dietas están, en cierto modo, detrás de algunas enfermedades, como la obesidad, el cáncer o la hipertensión; que no existen remedios generales ni dietas milagro que funcionen para todo el mundo; que nuestros genes nos pueden predisponer a sufrir sobrepeso o determinadas dolencias relacionadas con la nutrición pero que para bien o para mal la herencia no lo es todo y que con nuestro comportamiento podemos influir en nuestra maquinaria genética.

Chips genómicos

El futuro, no muy lejano, que vaticina la Genómica nutricional parece ciencia ficción pero no lo es. Y es que, al parecer, en los próximos diez años la cesta de la compra no se llenará con los gustos y apetencias individuales sino con lo que mejor convenga a nuestros genes. La ciencia trabaja en el desarrollo de chips genómicos en los que, nada más nacer, se almacenarán las peculiaridades del genoma (conjunto de genes de una persona) de cada cual. De este modo, los médicos contarán con el perfil genético de sus pacientes, sabrán los riesgos que tienen de padecer enfermedades concretas, siempre con carga genética, y podrán aconsejarles qué tipo de dieta es la más adecuada para su organismo.

Es más, se espera que las investigaciones actuales desvelen dos de los grandes secretos que atormentan a las personas que se tiene que someter a las restricciones de una dieta: porqué hay quien se pasa toda la vida a dieta y no consigue adelgazar y porqué otros pueden comer lo que quieran sin sumar kilos de más ni mermar su salud.

Dietas a la carta genética

Si se consigue que los genes guíen la dieta, las recomendaciones dietéticas universales podrían tener los días contados y se abriría la puerta a otras personalizadas. Ni somos genéticamente iguales ni reaccionamos igual a los nutrientes, por lo que no tiene sentido que todos comamos lo mismo. Cada persona ha de consumir los nutrientes que necesita para prevenir las enfermedades a las que está predispuesta genéticamente. Pero aunque se habla de dietas individualizadas en realidad no se trata de hacer una dieta para cada individuo, sino una variedad de recomendaciones entre las que se pudiera elegir aquella que fuera más apropiada para cada genoma.

Fuentes: Europa Press, La Vanguardia, El País.