Alimentos amigos y enemigos de los dientes

Productos que contengan gran cantidad de azúcar provocan la acumulación de la placa bacteriana que ataca el esmalte de los dientes y fomenta la aparición de caries

Son innumerables los factores que ponen en peligro la dentadura, pero también los hay que trabajan a su favor, y entre estos últimos, paradójicamente, se encuentran determinados alimentos, ya que mientras unos son prácticamente indispensables para que los dientes gocen de buena salud, otros devienen en sus más enconados enemigos. A este respecto, un estudio de Clínicas Vitaldent ha venido a desvelar cuáles son los alimentos considerados "amigos" de los dientes y cuáles sus "enemigos".

Los amigos

En primer lugar, es importante mantener una dieta rica en minerales y proteínas, ya que ayudan a mantener los dientes fuertes y sanos. Alimentos ricos en proteínas como el huevo, pescado, carnes y verduras ayudan a prevenir la caries. Estas sustancias forman una capa capaz de proteger el esmalte de los dientes y neutralizan los ácidos formados en la placa bacteriana.

Por su parte, los alimentos ricos en fibra, como frutas, verduras o cereales, tienen un bajo potencial de caries. Los ácidos grasos, como el Omega 3 que contiene el pescado y los frutos secos, son fundamentales para el desarrollo de los dientes y logran la correcta asimilación del calcio.

Los alimentos lácteos son elementos básicos de la dieta. La leche y los yogures, además de proporcionar nutrientes, proveen del calcio necesario para tener unos dientes fuertes. Todas las frutas y verduras que contienen vitamina C intervienen en el mantenimiento de los dientes, ya que esta vitamina es beneficiosa para la formación y formar el colágeno.

También el queso, principalmente el curado, es un buen aliado de la salud oral, ya que aumenta el flujo salival. El queso también contiene calcio, fosfatos y caseína, una proteína láctea que protege contra la desmineralización.

Finalmente, aquellos alimentos que requieren una masticación más larga ayudan al estado de preservación de las encías.

Y los enemigos

El azúcar es el peor enemigo de los dientes. Productos que contengan gran cantidad de azúcar provocan la acumulación de la placa bacteriana que ataca el esmalte de los dientes y fomenta la aparición de caries. Tampoco abusar de alimentos con almidón es óptimo para la salud oral y deben tomarse solamente como parte de una comida.

Sustancias colorantes que se encuentran en alimentos y bebidas como el café, el té, el alcohol o los refrescos son los enemigos de la blancura de los dientes. Originan manchas producidas por las sustancias químicas que se adhieren a la superficie dental. Además, las bebidas gaseosas tienen capacidad de erosión dentaria producida por el ácido carbónico, por lo que se recomienda no abusar de ellas.

El riesgo de caries aumenta con los alimentos que se pegan a los dientes. Golosinas, caramelos, patatas fritas o galletas tienen mayor probabilidad de que permanezcan restos en la boca tras su ingesta. Cuanto más tiempo se queden los alimentos alrededor de los dientes, más tiempo tienen las bacterias para producir ácido y mayor es la posibilidad de desmineralización. Por ese motivo, es necesario masticar bien los alimentos para que no se depositen restos entre los dientes.

La alta concentración de ácidos en algunos alimentos y bebidas influye negativamente. Productos que no contengan azúcar, pero sí tengan un alto nivel de ácido, como es el caso de los batidos y los zumos, desgastan el esmalte de los dientes.

Por último, comer entre horas es un mal hábito dental. Cuanto más se coma entre comidas, mayores son los riesgos de tener caries.

Falta de higiene

Más allá de los alimentos potencialmente dañinos para los dientes, existen otros enemigos declarados, entre los que se encuentra en lugar destacado la falta de higiene. Confirma este extremo la Sociedad Española de Odontopediatría (SEOP), para la cual el cepillado es un factor protector, aunque no el primero ni el más importante. Por delante, señala esta sociedad científica, se encuentra un flujo salival normal, agua con flúor en la bebida, llevar una dieta no excesivamente rica en azúcares y mantener una anatomía dental adecuada y un número no excesivamente alto de bacterias cariógenas en boca.

Un problema añadido son los dientes sensibles. La sensibilidad o hipersensibilidad dental es una de las patologías más frecuentes entre los españoles. Provocan la aparición de dolor en la cavidad oral, que a su vez repercute en la calidad de vida. Aparecen principalmente entre los 18 y 40 años, y son más frecuentes entre las mujeres; además, tiene un componente estacional, por lo que su incidencia es mayor en invierno que en primavera.

Este dolor se produce por el desgaste de la superficie dental o la retracción del tejido gingival. Como las raíces no están cubiertas por el esmalte, el nervio dental queda expuesto produciéndose esa molestia que se manifiesta en forma de sensibilidad. Hay varios factores que influyen en la pérdida de estas capas que cubren y protegen la pieza dental. Malas prácticas como un cepillado incorrecto o dentífricos abrasivos, abusar de alimentos ácidos, hasta la presencia de enfermedades como son los problemas gástricos o los orales, como el bruxismo, mala oclusión o enfermedades periodontales. Hoy día estos problemas se tratan con éxito, de ahí que el primer paso sea acudir al odontólogo para diagnosticar la causa y prescribir el tratamiento más adecuado para el paciente.

El problema en los niños

En los niños, la caries es la enfermedad crónica más frecuente, con una prevalencia cinco veces superior a la del asma, según la Sociedad Española de Odontopediatría. Estos especialistas recomiendan realizar la primera revisión dental del niño al año de edad, y mantener una revisión periódica cada seis meses, labor ésta que compete a los padres, quienes deben ser conscientes de la importancia  de estos cuidados.

La caries en edad temprana produce una pérdida de piezas que se traduce en una pérdida de espacio y malformaciones en la boca de los más jóvenes, por lo que es necesario realizar un trabajo de prevención. En este sentido, la función del cepillado dental reside en remover las bacterias cariógenas adheridas a la superficie del esmalte.

En lo que se refiere al carácter transmisible de la caries, la SEOP recuerda que antiguamente se la atribuía a factores hereditarios, porque se daba siempre en las mismas familias, pero hoy se sabe que lo que se transmite a través de la relación familiar de padres a hijos, con los besos, la saliva, etc., es la composición bacteriana de la placa dental. Así, si los padres tienen unas bacterias cariógenas muy agresivas, las pasarán a sus descendientes. Las bacterias cariógenas, que suponen el 20 por ciento de la flora oral, el consumo de azúcares y la disfunción salival por causas como la toma de medicamentos o enfermedades sistémicas, son factores que provocan su aparición.