Cómo identificar y combatir las intolerancias alimentarias

“Afectan solamente a un pequeño porcentaje de adultos y, en mayor medida, a bebés y niños”, según Sònia Cibrián, especialista en nutrición

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En la actualidad, los especialistas en nutrición reciben numerosas consultas acerca del desarrollo intolerancias a algún alimento. Desde mediQuo, aplicación chat sobre cuestiones médicas, los nutricionistas que responden a las dudas de los usuarios explican cómo identificarlas y si se padece una de ellas.

“En mediQuo, cada vez hay más personas que acuden a nosotros afirmando tener intolerancias alimentarias, es decir, que no pueden comer determinados alimentos porque les sientan mal”, explica la doctora Sònia Cibrián, especialista en nutrición de mediQuo. Y, aunque parece ser algo cada vez más habitual, “la realidad es que las intolerancias afectan solamente a un pequeño porcentaje de adultos, y en mayor medida a bebés y niños”, afirma.

¿Alergia o intolerancia?

Para empezar, es importante distinguir lo que es una alergia de lo que es una intolerancia. Las primeras son hipersensibilidades mediadas por la inmunoglobulina E (IgE), un anticuerpo presente únicamente en los mamíferos, que además es responsable de la respuesta inmune efectiva contra diversos agentes patógenos como los parásitos. La reacción se presenta inmediatamente tras la ingesta del alimento, aunque sea en mínimas cantidades. “Es la típica reacción de urticaria, edema y dificultad respiratoria tras tomar un fruto seco, por ejemplo” explica Cibrián.

En cambio, en las intolerancias, continúa Cibrián, “los síntomas son progresivos, sobre todo gastrointestinales (aunque puede haber un pequeño porcentaje de personas que puede manifestar síntomas más generales), y su intensidad se relaciona con la cantidad de alimento ingerido”. Las intolerancias tienen su origen en el aparato digestivo, ya que son debidas a trastornos que impiden la correcta metabolización de algunos alimentos, lo que ocasiona efectos adversos en el organismo.

Las intolerancias más frecuentes

Productos lácteos. La causa más frecuente es la carencia de lactasa, una enzima producida por el intestino delgado que divide la lactosa en sus dos principales componentes básicos (galactosa y glucosa), para que estos puedan ser absorbidos por nuestro organismo. Además, los productos lácteos tienen una proteína llamada caseína, que puede ser complicada de digerir. Los síntomas más frecuentes son: hinchazón abdominal, dolor, cansancio, diarrea y flatulencias.

Fructosa. Se trata de un azúcar naturalmente presente en la fruta, así como en algunas hortalizas y alimentos vegetales. También es habitual como componente de azúcares y edulcorantes. Los síntomas que provoca esta intolerancia son: gases, distensión abdominal y diarrea. “El tratamiento pasa por evitar su consumo”, afirman los especialistas de mediQuo.

Gluten. El gluten es una proteína que está presente en algunos cereales de secano, como cebada, trigo y centeno, y no es perjudicial para la salud. No obstante, es una de las intolerancias más agresivas. Desencadena una reacción autoinmunitaria que provoca síntomas como pérdida de peso, apetito y masa muscular, fatiga, náuseas, vómitos, diarrea, distensión abdominal, retraso del crecimiento (en niños) e incluso alteraciones del carácter.

Hipersensibilidad a los sulfitos. Son derivados del azufre y se emplean como conservantes en diversas clases de alimentos y bebidas. Los síntomas son muy variados, desde reacciones en la piel a trastornos digestivos e incluso respiratorios.

Qué hacer si se sospecha que se padece una intolerancia

“Ante la sospecha, se recomienda consultar con un médico para obtener el diagnóstico definitivo. Algunas intolerancias poseen test específicos validados científicamente, pero lo más habitual es llegar al diagnóstico tras la mejoría al retirar un determinado alimento de la dieta”, afirma la especialista en nutrición de mediQuo.

Desde hace ya un tiempo proliferan los test de intolerancias alimentarias, que se ofrecen incluso a pacientes sin molestias, que simplemente quieren perder peso o hacerse un chequeo. Estos test se venden como una manera de saber qué alimentos sientan mejor y, así, ayudar a mejorar la alimentación de forma personalizada. Se realizan a través de una muestra de sangre o pelo y suelen diagnosticar intolerancias a decenas de alimentos. No obstante, “es importante aclarar que la mayoría de estas pruebas no tienen una base científica, y han sido desaconsejadas por sociedades y autoridades médicas de todo el mundo”, finaliza la doctora Cibrián.