Los hombres afrontan de forma más racional la pérdida de un ser querido

El duelo tiene 5 fases que suelen ser comunes: negación, ira, negociación, tristeza y aceptación.

Aunque se suele asociar a la pérdida de un ser querido, cualquier otra pérdida también implica un duelo.

36828153 - lonely windowed man watching photo album and recollecting

A menudo definimos el duelo como la respuesta natural que sigue a la pérdida de un ser querido. Sin embargo, en términos psicológicos, el significado del duelo sería mucho más amplio. En este sentido Pedro Adrados, psicólogo del Hospital Vithas Nuestra Señora de América, afirma que “podría tratarse de cualquier tipo de pérdida, real o pensada, por ejemplo, la pérdida de un trabajo, cambios de ciclos vitales, personales, pérdidas de ideales, etc.”

En cualquier caso, existen unas fases que, generalmente, son comunes a todos los duelos y que se prolongarán en mayor o menor medida en base a diferentes factores, como el valor subjetivo que suponga la pérdida, la tolerancia al dolor, el apoyo social recibido y la personalidad y autoestima del sujeto.

La primera fase es la de negación; “consiste en el rechazo consciente de la realidad de la situación. Se resumiría en la frase, esto no me puede estar pasando a mí, afirma Adrados.

La segunda fase es la de la ira. Cuando ya no es posible ocultar o negar esa pérdida, comienza a surgir la realidad y su consecuente dolor. “Aunque la rabia está presenta en todo el proceso, es en esta fase donde se da con más frecuencia. Son habituales cuestiones como: “¿Por qué yo?; ¡No es justo!”; “¿Cómo puede sucederme esto a mí?.

La tercera fase es la de negociación, que consiste en la esperanza de que se pueda posponer o retrasar la pérdida. En caso de fallecimiento de un familiar, se desea volver a la vida anterior y que éste siga presente. Quedaría resumida por: ¿Qué hubiera sucedido si…?”

La cuarta fase es la de depresión. Comprende sentimientos de tristeza, miedo e incertidumbre ante el futuro. “Estos sentimientos muestran que el doliente ha comenzado a aceptar la situación, apunta Adrados. Quedaría resumida por: Lo echo tanto de menos”, “¿Qué sentido tiene todo esto?”.

La quinta y última fase es la de aceptación. Finalmente, la persona puede reflexionar sin ambivalencias ni culpas y darle un significado a la pérdida y a su vida. Quedaría reflejada en frases como: Todo va a estar bien

 

Mujeres y hombres ante el duelo

A menudo las formas que tienen de buscar ayuda hombres y mujeres marcan diferentes pautas de comportamiento. Adrados señala que los hombres suelen afrontar la pérdida de una manera más racional, en la que el pensamiento oprime al sentimiento y la expresión emocional es de baja intensidad. “Tienden a evitar sentimientos de tristeza, vulnerabilidad, dudas, inseguridad y temores”.

“En el caso de la mujer, se espera, se permite, que pueda expresar sus sentimientos de tristeza con llanto y desesperación, ternura, compasión y miedos. Esta expresión emocional encuentra en la sociedad aceptación y muestras abiertas de apoyo”.

 

Duelo patológico

El duelo se puede convertir en patológico cuando aparecen manifestaciones clínicas como sentimientos de tristeza prolongados, disminución significativa del interés por toda actividad placentera, inhibiciones profundas en diversas áreas interpersonales, como el trabajo, las relaciones de amistad. También cuando predominan sentimientos de culpa, reproches, ideas de muerte y suicidio, alteraciones del sueño, ya sea insomnio o hipersomnia, pérdida de peso, fatiga, etc.

En estos casos, así como siempre que no se consiga alcanzar la última etapa del duelo, la de aceptación, será necesario acudir a un especialista. Igualmente, siempre que el duelo incida de forma negativa y prolongada en la vida de la persona.

Como señala Pedro Adrados, “el trabajo con estos pacientes se basa en favorecer la aceptación de la realidad, permitir la reconstrucción del yo del sujeto tras la pérdida, así como las relaciones con los demás y con el mundo”. Es preciso dotar al individuo de herramientas de afrontamiento, fomentar la recuperación de actividades de ocio, que favorezcan el bienestar y faciliten la vuelta a la vida normal. Adrados añade que el tratamiento farmacológico debe utilizarse siempre que sea preciso.