¿Se esconden problemas psicológicos tras algunas operaciones de cirugía estética?

El hecho de modificar algún aspecto puntual de nuestra imagen no es algo negativo si previamente hemos aceptado y trabajado nuestras expectativas.

Someterse a una cirugía estética tiene sus ventajas e inconvenientes, y es algo que puede suponer riesgos que es necesario conocer. Además, es necesario revisar si las razones para someternos a la operación son las adecuadas, porque la intención de operarse el físico puede esconder trastornos que pueden derivar desde una falta de autoestima hasta una adicción enfermiza que esconda un tipo de ansiedad que debe ser tratada.

Según explica Amaya Terrón, psicóloga colegiada y fundadora de Psicología Amaya Terrón, "antes de someterse a una intervención de cirugía estética se deben chequear los aspectos de la personalidad, las expectativas y la estabilidad emocional del paciente, así como tener en cuenta su edad física y psicológica".

El hecho de modificar algún aspecto puntual de nuestra imagen no es algo negativo si previamente hemos aceptado y trabajado nuestras expectativas. La cirugía estética mejora, pero "aquellas personas que buscan un cambio radical en sus cuerpos o rostros buscando una forma de sentir distinta pueden acabar con el dinero gastado inútilmente y con ilusiones perdidas".

Lo apropiado para someterse a una cirugía es estar dotado de una autoestima sana y un concepto del yo lo suficientemente estable como para no depender de factores externos como el aspecto físico únicamente. "Querer mejorar es algo saludable, algo que todos en cierta forma queremos, el problema es cuando nos queremos sentir distintos modificando nuestro aspecto", señala esta experta.

Problemas que se esconden

Las operaciones de cirugía estética pueden tener beneficios para aquellas personas que, presentando un adecuado equilibrio emocional, han querido cambiar algún aspecto de su físico con el que se sentían incómodas, pero a veces esconden complejos y trastornos psicológicos que deben ser descubiertos y tratados.

Uno de ellos, explica Amaya Terrón, es la dismorfofobia que es una creencia obsesiva o una preocupación personal exagerada por poseer un defecto en el aspecto físico y que es prácticamente imperceptible para otra gente. "Las personas que padecen este tipo de trastorno son temerosas de la opinión que otras personas puedan hacer sobre ellas y su aspecto físico. La imagen corporal está distorsionada y pueden llegar a describirse a sí mismas como "deformes" o "monstruosas", cuando en realidad su aspecto es normalizado".

Otro problema que se esconde detrás de la intención de someterse a una intervención es la aceptación social; "existen personas que creen que al tener un estándar de cuerpo o aspecto físico van a ser aceptados y/o queridos socialmente. Una búsqueda desesperada externa de aprobación que condiciona sus decisiones y hace poner constantemente su vida en peligro es un problema psicológico que difícilmente se corrige con bisturí", apunta.

También existen ciertos complejos que atormentan a la persona la cual les da un valor sobredimensionado y de ahí el malestar que producen. Como pensamientos distorsionados que son, pocas veces tienen que ver con la realidad del individuo y realmente es la propia persona la que ha exagerado ese complejo y le ha dado importancia superior a la debida.

"Es en estos casos cuando debemos plantarnos hasta qué punto es una percepción propia o producto de la propia persona y su nivel de exigencia consigo misma. Si se trata de algo creado habría que plantearse analizar su origen primero ante de someternos a tan intrusivas operaciones. Si es algo objetivamente mejorable la persona se sentirá más segura, ya que el origen de su complejo se habría eliminado", argumenta Amaya Terrón.

La baja autoestima es otra de las razones que se ocultan detrás de una intervención estética. "Una autoestima que se base o dependa de factores externos de forma exclusiva no es una autoestima sana desde el punto de vista psicológico y debe ser revisada antes de someterse a cualquier cambio estético por la poca estabilidad de este aspecto de la psique", añade.

En todos estos casos, "la intervención quirúrgica no soluciona el malestar de la persona, pues existe un problema de fondo más complejo. No olvidemos que lo construido sobre pilares inestables, por muy robusto que sea, es inestable".

Personas no aptas para la cirugía

En general, explica Amaya Terrón, las personas que quieran cambios radicales en su imagen por una incapacidad de relacionarse debido a su aspecto físico no serían los pacientes ideales para estas operaciones, ya que las expectativas sobre la cirugía deben ser a nivel estético, no psicológico. "Muchas de estas personas tienen la expectativa de que tras la intervención su vida social va a dar un giro y nada más lejos de la realidad".

En palabras de esta especialista, tampoco son buenos pacientes para cirugía estética:

  • Aquellas personas con una imagen pobre de sí mismas basada en un único aspecto de su físico.
  • Las personas que por su juventud aún tienen aspectos físicos que desarrollar.
  • Las personas impulsivas o con tendencia a la temeridad y a tomar decisiones poco razonadas o tomadas bajo la influencia de terceros.
  • Las personas sensibles al rechazo que toman la decisión basándose en opiniones externas.
  • Las personas socialmente mal adaptadas y con la creencia de que ganaran habilidades sociales tras la intervención.