La depresión del invierno

Algunas personas experimentan cambios importantes en su estado de ánimo cuando los días son más cortos y hay menos luz solar

La luz del sol es necesaria para la vida y los seres humanos no somos una excepción. Con la caída de las hojas y las lluvias otoñales, el sol se esconde poco a poco, los días son más cortos y las noches más largas. Durante el invierno, cuando nos levantamos aún no ha amanecido, pasamos gran parte del día en nuestros trabajos bajo la influencia de la luz artificial y volvemos a casa con la puesta de sol o cuando ya ha anochecido. El resultado es que apenas hemos disfrutado de la luz natural y esto acarrea que la salud mental de algunas personas se resienta.

Debido a esta escasez de luz hay personas que en los meses de otoño e invierno (desde octubre hasta abril) padecen el conocido como trastorno afectivo estacional (TAE), caracterizado por cambios en el ánimo que se asemejan a un estado depresivo. De hecho, se calcula que más de 400.00 españoles sienten cómo pierden energía cuando la luz del sol está menos presente en su vida, un problema que adquiere una relevancia especial en las regiones y países del norte, en los que el clima es más frío y húmedo y los días más cortos.

Al parecer, los meses más duros para las víctimas de esta particular depresión son enero y febrero y las mujeres y los jóvenes los más sensibles a ella. Cuando la primavera regresa y los días vuelven a ser más largos, el trastorno desaparece poco a poco y en verano ya no queda ni rastro de él.

Las causas

El hecho de que los días sean más cortos y por tanto haya más horas de oscuridad trastocan la producción de dos hormonas claves que ayudan a regular los ciclos de sueño-alerta, la energía y el estado de ánimo. El poder de la luz solar es tal que cuando su presencia es menos intensa los niveles de melatonina, la "hormona del sueño", aumentan y los de serotonina, la "hormona de la felicidad", disminuyen.

Y qué mejor forma de combatir la falta de luz que con luz. Si los síntomas son leves, puede que sea suficiente con disfrutar de más tiempo al aire libre. Pruebe a dar largos paseos y cuando tenga que permanecer mucho tiempo en casa o en el trabajo intente estar cerca de una ventana.

Pero si los síntomas son severos y su vida diaria se trastoca considerablemente, es posible que tenga que dar un paso más en el tratamiento y recurrir a la terapia de luz o fototerapia, que consiste en una lámpara especial con una luz brillante y fluorescente que simula la luz del sol y puede instalarse en casa. La receta es sencilla: unos 30 minutos diarios, preferiblemente temprano por la mañana para emular la salida del astro rey, y siempre bajo la supervisión de un médico, pues no todas las personas pueden hacer uso de ella.

En cualquier caso, no hay que preocuparse en exceso; lo normal es que con la llegada del buen tiempo todo vuelva de forma natural a la normalidad.