Verano con salud

Si no somos precavidos, el verano puede volverse contra nosotros. No está de más, por tanto, recordar los consejos de los expertos

"A invierno lluvioso, verano caluroso" dice un refrán, pero hasta que no pase la estación no sabremos cómo anda de acertado o desencaminado. Sea como fuere, el hecho es que el calor veraniego ya está aquí, y si bien se ha hecho de rogar un poco, su solo enunciado es sinónimo de vacaciones para los más afortunados, y de buenas perspectivas laborales para quienes prestan servicios propios de la temporada estival.

Sin embargo, e independientemente de las actividades y del ámbito en que se desarrollen las vacaciones, podemos ser víctimas de algún que otro disgusto si no somos precavidos, pues son muchos los frentes en los que el verano puede volverse contra nosotros. No está de más, por tanto, recordar los consejos de los expertos.

El primero de esos frentes es, precisamente, el calor, por lo que las llamadas de atención empiezan por recomendarnos no bajar la guardia ante los rayos del sol, en especial los más vulnerables: niños, ancianos y personas con defensas disminuidas por padecer alguna patología crónica o grave. En este marco es frecuente que la ausencia de precauciones derive en patologías dermatológicas.

Luego está la alimentación. Necesariamente hay que comer, y dado que habitualmente los componentes de la dieta que suelen primar en verano son las ensaladas, frutas, fibra y lácteos, sobre todo en quienes aprovechan para quitarse algunos kilos demás, las precauciones de higiene son más que necesarias, así como comprobar cuidadosamente qué se come y dónde.

Debemos tener siempre presente que las intoxicaciones alimentarias en verano se triplican o cuadruplican por consumir alimentos en mal estado o por beber aguas no potables, lo que acarrea gastroenteritis y diarreas, además de que como siempre las "víctimas propicias" son los niños y los ancianos, debido a la mayor debilidad de sus sistemas inmune y digestivo.

Protección solar

Si vamos a la playa y/o la piscina, no se debe olvidar lo importante que es procurarse una adecuada crema protectora solar, y aplicársela sin escatimar ya antes de salir de casa –por lo menos media hora antes de exponerse al sol-; comprobar previamente, que el factor de protección correcto es acorde con nuestro tipo de piel. También los labios, la cabeza y los ojos han de ser protegidos. El consejo farmacéutico puede sernos muy útil en esta materia.

La exposición al sol debe ser progresiva, lo que implica dedicarle los primeros días sólo unos pocos minutos, que podrán ir aumentando en los días sucesivos, pero siempre evitando las horas centrales del día en que el sol cae a plomo. Las consecuencias pueden ser serias e ir desde quemaduras y manchas solares o pecas, hasta cáncer de piel. Como se ha dicho antes, con los niños estas precauciones se deben extremar.

También es importante secarse bien el cuerpo al salir del agua, para evitar el "efecto lupa" que generan las gotas de agua con la acción del sol. Tras cumplir con el secado, ha de aplicarse de nuevo la protección solar con generosidad. Un punto esencial: prevenir la deshidratación. Beber más agua o zumos de lo habitual es verano es muy conveniente, especialmente niños y ancianos.

Gafas, gorras, sombrillas...

Además de la piel y los labios, los ojos y la cabeza deben estar igual de bien protegidos. Las gafas de sol son necesarias para evitar las lesiones oculares, pero no cualquier tipo de gafas sirve para ello, sino sólo las que ofrecen garantías de protección 100%, y que lleve el marcado "CE" en su etiquetado.

Según la normativa europea, en materia de gafas solares existen cinco categorías: "0", para luminosidad solar muy baja; "1", para baja; "2", para media; "3", para fuerte; "4", para muy fuerte. La categoría 4 corresponde a las gafas muy oscuras, para condiciones extremas, como en alta montaña y no son aptas para la conducción. Una buena sugerencia es informarse en ópticas, farmacias o centros especializados.

Y en cuanto a la cabeza, los rayos solares son fuente indiscutible de insolación, por lo que conviene andar provistos de sombreros, gorras, etc., o procurarse la sombra de un árbol o de una sombrilla, especialmente una vez más, los niños y los ancianos. Cabe añadir que también en el campo o en la montaña se está expuesto al riesgo de quemaduras solares, por lo que no se deben descuidar las precauciones, y mucho menos si se realizan realizar actividades físicas o determinados deportes.

Los expertos hacen especial hincapié a este respecto, en que en aquellos días en que el calor es más intenso, se debe evitar todo tipo de actividad física que requiera un esfuerzo físico importante, sobre todo durante las horas centrales del día; además de cubrirse la cabeza para protegerse del sol, hay que refrescarse y beber líquidos constantemente.