Protege tus ojos del sol

Las gafas de sol inadecuadas de bazar o mercadillo no nos protegen y pueden perjudicar seriamente la salud ocular de adultos y niños

La necesidad de proteger los ojos del sol no es tan conocida ni está tan implantada en la conciencia de la población como la necesidad de protección de la piel. Así como nadie duda de la importancia de proteger nuestra piel de las radiaciones solares, incluso en invierno y en días nublados, la protección ocular con unas gafas de sol adecuadas y de alta calidad no se valora de la misma manera.

Incluso es frecuente que prime la moda y la estética por encima de esta calidad sin valorar que ambos extremos no están tan distanciados. Tenemos gafas de sol que cumplen a la perfección con estándares de calidad muy altos y están dentro de las líneas más actuales.

El uso de gafas de sol entre la población adulta está bastante generalizada y se usan en gran medida de forma habitual. A diferencia de los adultos, en los niños a la protección solar de la piel se le da enorme importancia y no tanto a la protección ocular y por tanto la utilización de gafas en ellos es menor.

Debido a ésto, muchas veces se les compran más por estética que por salud. Incluso la venta de estas gafas por parte de especialistas cualificados es bastante menos significativa que en adultos.

Este error puede tener gran transcendencia pues al igual que pasa con la piel, los daños en los ojos son también acumulativos y el riesgo de sufrir enfermedades oculares en la vida adulta es mayor si la exposición en la infancia ha sido alta y sin protección.

Un punto básico en las recomendaciones para protegerse del sol tanto en adultos como en niños (incluso en edades muy tempranas) es el uso de gafas de sol. Si queremos estar seguros de que nuestras gafas de sol nos protegerán debemos comprarlas en establecimientos especializados que nos inspiren garantía y seguridad, como ópticas y oficinas de farmacia y nunca en puestos de venta ambulantes.

La radiación solar

La energía del sol llega a la tierra en forma de radiaciones, de las que destacan:

  • Radiación infrarroja (IR): potencia los efectos negativos de los rayos UV.
  • Radiación visible (la que capta el ojo humano).
  • Radiación ultravioleta (UV).

La responsable directa de los efectos biológicos sobre la piel y los ojos es la radiación UV. Se descompone en:

  • Ultravioleta B (UVB): son radiaciones con mucha energía pero que penetran poco en la piel. Desencadenan el eritema o enrojecimiento y la formación de la verdadera melanina responsable del bronceado.
  • Ultravioleta A (UVA): tienen menos energía pero es mayor el poder de penetración (llegan a las capas profundas de la piel). Oxidan la melanina que ya existe y producen un bronceado inmediato. Son responsables de manchas, envejecimiento de la piel, alergias y a largo plazo del cáncer.

La intensidad de la radiación, y con ella los riesgos, varía con las condiciones ambientales, por lo que debemos tener en cuenta:

  • La altitud: a mayor altitud, menos atmósfera para protegernos y por tanto más radiación. El filtro usado en las gafas que usemos para esquiar (alta montaña) será mayor que el usado en la ciudad.
  • La latitud: en general cuanto más cerca estemos del ecuador mayor peligro. Sin embargo, tendremos en cuenta que el agujero en la capa de ozono, especialmente el localizado en torno al Polo Sur, incrementa considerablemente el riesgo en las regiones antárticas a pesar de su distancia al ecuador.
  • La estación del año: en el hemisferio norte, los meses de junio y julio son los más peligrosos. En el sur el riesgo mayor es en diciembre y enero.
  • La hora: entre las 12 de la mañana y las 4 de la tarde se concentra el máximo de radiación debido al movimiento de rotación de la Tierra respecto al Sol.
  • El entorno: la radiación se refleja en las superficies. Una superficie blanca refleja el 100% y una negra la absorbe por completo. Debido a este reflejo, la radiación que recibimos se incrementa un 2% en el asfalto, un 20% en la arena, un 30% en el agua y un 90% en la nieve.
  • La nubosidad: las nubes no nos protegen, dejan pasar el 90% de la radiación ultravioleta. Es un error pensar que podemos prescindir de las gafas de sol un día de verano sólo porque está nublado y la luz molesta menos. El efecto dañino, al igual que pasa con la piel, es el mismo o mayor porque al no sentir molestias permanecemos más tiempo bajo el sol.

No debemos olvidar que factores como el viento o la contaminación alteran la incidencia de la radiación, así como las gotas de agua sobre la piel que actúan como lupas.

Los cristales de las ventanas también modifican la incidencia. La radiación UVA llega casi inalterada, pero la UVB se refleja hasta en un 96%.

¿Qué daños puede provocar el sol en los ojos?

Los daños más importantes se relacionan tanto con los daños directos como con los que se producen al incidir en el funcionamiento del sistema inmunitario.

  • Eritema: una exposición excesiva varía el grosor de las distintas capas de la córnea y produce enrojecimiento de la conjuntiva (ojo rojo).
  • Fotoqueratitis y fotoconjuntivitis aguda: consiste en la inflamación de la córnea y de la conjuntiva después de una exposición extrema. Se conoce también como "ceguera de la nieve" o "quemadura de soldador". Es muy dolorosa. Comienza con una sensación de arena en los ojos, fotofobia, visión turbia, lagrimeo y parpadeo excesivo y doloroso. Suele ser reversible.
  • Cataratas: el cristalino del ojo se opacifica y si no se opera puede llegar a causar ceguera, de hecho es la causa principal de ceguera en muchas partes del mundo. Se cree que los rayos UV producen cataratas ya que generan radicales libres en el tejido ocular que daña las moléculas proteínicas produciendo la opacidad del cristalino.
  • Degeneración macular asociada a la edad (DMAE): enfermedad degenerativa de la retina que suele ser más frecuente en ancianos, de ahí su denominación. Es causa de la mayor parte de las cegueras. Las alteraciones que produce el sol en la mácula (zona de visión fina, de la perspectiva y el detalle) impide a la persona realizar tareas como conducir, leer, pues disminuye la agudeza visual y produce distorsiones y perturbaciones en la visión de los colores, la forma y el tamaño de las imágenes.

Además se producen otros daños: pterigio, cáncer de la conjuntiva, melanoma de la úvea, retinopatía solar aguda, etc.

¿Cómo sabemos que nuestra gafa de sol es de calidad?

Las gafas de sol deben estar homologadas. Para ello, las lentes deben cumplir las disposiciones y requisitos de seguridad definidas por las directivas 89/686/CEE y 93/95/CEE y la Norma UNE-EN 1836:2006+A1 (mayo 2008) -Protección individual del ojo. Gafas de sol y filtros de protección contra la radiación solar para uso general y filtros para la observación directa del sol.

El cumplimiento de esta normativa garantiza que las gafas protegen 100 % frente a la radiación UV. El símbolo CE que llevan las gafas y la categoría del filtro garantizan este punto.

Gafas de sol

El color del cristal no determina la protección frente al UV, pero sí frente al espectro visible por lo que en días oscuros o para conducir será más adecuado un cristal que altere menos la visión. Los colores más usados son el marrón, el gris, el verde y el amarillo. El que más puede alterar la percepción de los colores es el marrón, el más aconsejable para cualquier ambiente es el gris.

El tipo de lente va asociado a las situaciones de uso. Existen:

  • Lentes fotocromáticas: pueden usarse en ambientes abiertos y cerrados pues con la distinta intensidad lumínica se oscurecen o se aclaran.
  • Lentes polarizadas: son muy útiles en ambientes como la playa o la nieve, porque son las que mejor eliminan los reflejos.
  • Lentes de espejo: muy útiles en ambientes muy luminosos gracias a la capa externa metálica que cubre la lente unida a filtros de alta protección. Sin embargo hay que tener en cuenta que pueden alterar la percepción de los colores.