Con el frío, la piel necesita especiales cuidados

El frío, la humedad, el viento y la calefacción influyen de manera negativa provocando deshidratación y acelerando el envejecimiento

Los expertos en dermatología consideran que el frío, la humedad, el viento y la calefacción influyen de manera negativa en nuestra piel provocando su deshidratación y acelerando el envejecimiento. En estas circunstancias, las zonas de mayor exposición como el rostro o las manos, que son también las zonas más vulnerables, deben protegerse y cuidarse con especial atención, incidiendo sobre todo en la hidratación.

Si la piel se altera, sus funciones se alteran con ella. No ejercerá correctamente su función barrera frente a las agresiones externas tanto climáticas como sustancias químicas o microorganismos, y no trasmitirá una buena imagen personal. La huella del frío queda registrada en nuestra piel, esa piel fina y sensible del dorso de las manos y del cuello, contorno de ojos y cara.

El estado de nuestra piel está relacionado con el tipo de alimentación y el ejercicio físico. Una alimentación equilibrada y unos hábitos saludables se reflejan en su buen estado, por eso la piel no se cuida sólo desde fuera, aplicando cosméticos, también se cuida desde dentro, lo que nos ayudará a prevenir problemas dermatológicos en el futuro.

Tipos de piel

Podemos seguir varios criterios para clasificar la piel, pero el más extendido es el que se refiere al manto hidrolipídico que recubre la epidermis. Este manto lo forman el agua y la grasa que segregan las glándulas de la piel (glándulas sudoríparas y glándulas sebáceas) con la humedad del ambiente. Su composición también se ve afectada por la edad del individuo, el sexo, la zona del cuerpo, la condición de fumador o no fumador, la humedad relativa del medio que le rodea, etc.

Piel grasa: tiene una secreción grasa alta, es gruesa y con poros de gran tamaño, es una piel brillante y resistente.

Seborreica: el aspecto es brillante y untuosa al tacto.

Deshidratada: es una piel opaca y escamosa, pobre en lípidos hidrofílicos lo que facilita la evaporación de agua.

Asfíctica: piel alterada por el mal uso de cosméticos que cierran los poros originando granitos y descamación.

Piel seca: son pieles ásperas, poco flexibles, finas con poros pequeños y poco resistentes a las agresiones externas.

Alipídica: piel de color blanco rosado, fina, mate, áspera y con pocos lípidos lo que facilita la evaporación de agua.

Deshidratada: el nivel de lípidos es normal pero con poco agua, piel tirante, irritable, sin brillo y muy sensible.

Piel normal: el manto hidrolipídico es correcto, la hidratación es buena, el tacto es suave, piel elástica, sin brillo y resistente.

Piel mixta: presenta zonas grasas y secas según se distribuyen las glándulas sudoríparas y sebáceas, con las características propias de piel grasa o seca según la zona.

Piel sensible: piel frágil, con tendencia a enrojecerse, tirante y con problemas en la microcirculación. Es normal la sensación de picor y la descamación.

Las pieles normales y grasas son las que mejor soportan las agresiones externas, entre ellas el frío.  Las pieles que más sufren, sea cual sea las condiciones ambientales son las pieles con menor hidratación y de ellas la piel sensible, pues reacciona a estímulos ante los que otras pieles no reaccionarían.

La piel no es un órgano estático, con el paso de los años evoluciona, cambia y se modifican sus características, de manera que una misma persona en la infancia suele tener la piel normal que evoluciona a grasa durante la pubertad. En la edad adulta cambia a mixta y con la vejez o, la menopausia en las mujeres, puede convertirse en seca o sensible.

Cuidados generales de la piel

Seguir una alimentación sana, practicar ejercicio de forma regular y atender a unos hábitos saludables es de capital importancia para mantener una piel en buen estado de salud. Además, tenemos un gran número de cosméticos que nos ayudan. El uso correcto de los cosméticos, tanto evitando su aplicación en exceso como conservándolos en buenas condiciones, será un apoyo decisivo. Los cosméticos deben combinar de manera adecuada sus ingredientes a través de fórmulas sencillas y de alta tolerancia.

Los cuidados básicos se centran en realizar una limpieza adecuada de la piel, una tonificación correcta y la aplicación de productos hidratantes, nutritivos y antioxidantes. El uso de mascarillas con ingredientes que les aportan distintas funciones ayuda  a la limpieza, a la eliminación de células muertas y a la hidratación.

1. Limpieza: los productos limpiadores deben adaptarse al tipo de piel, de ahí que los encontremos en forma de cremas, lociones, geles, etc. Eliminan las impurezas que provienen del ambiente y los restos de maquillaje, cremas y secreciones internas, respetando el manto hidrolipídico y la epidermis. No serán muy alcalinos ni muy desengrasantes. Son ideales las fórmulas sin alcohol y enriquecidas con ingredientes, como los extractos vegetales que mejoran la elasticidad y aportan suavidad, consiguiendo sin resecar una sensación de frescor y limpieza.

2. Tónicos faciales: ejercen un efecto refrescante, ayudan a cerrar los poros y calman las sensaciones de cansancio en la piel. Era frecuente que llevaran alcohol por su poder astringente y refrescante, pero la tendencia actual es sustituirlo por ingredientes menos agresivos, como activos vegetales que ejercen sensación de bienestar y suavidad, además de eliminar restos de suciedad y brillos en las pieles grasas o mixtas.

3. Tratamientos (productos hidratantes, nutritivos y antioxidantes): una vez que la piel está limpia y tonificada se aplica la hidratación, acompañada según el tipo de piel, de ingredientes nutritivos y antioxidantes que retrasan el envejecimiento de la piel. Siempre debemos buscar  que lleven protección frente al sol, para prevenir el daño solar tanto frente al envejecimiento como frente a las patologías que el sol ocasiona. En la actualidad contamos con gran cantidad de formulaciones adaptadas a cada necesidad, aportando el nivel de cuidados que buscamos: serum, concentrados, cremas, geles, cremas no grasas (oil free), etc.

4. Mascarillas: son un complemento adecuado a los cuidados de la piel. Se aplican en capas más o menos gruesas y se dejan actuar de manera que al retirarlas se elimina mejor la suciedad y los restos de células que dificultan la absorción y la acción de los ingredientes de los tratamientos. En función de su composición pueden ejercer una acción exfoliante, astringente, revitalizante, etc.

Para hacer un uso correcto de todos estos productos, contamos con la ayuda del farmacéutico, que posee los conocimientos necesarios para asesorarnos de forma adecuada tanto sobre sus usos como sobre los efectos que producen.

Ante cualquier duda los profesionales sanitarios nos orientarán sobre estos temas. El farmacéutico es un pilar básico en la educación sobre nutrición, hábitos saludables y uso de los cosméticos más adecuados a nuestras necesidades, especialmente en lo relativo a pieles sensibles y a la fotoprotección general.