¿Por qué debemos protegernos del sol?

La fotosensibilidad es una respuesta exagerada de nuestra piel cuando en presencia de una sustancia (perfume, medicamentos) entra en contacto con el sol.

La exposición al sol es necesaria. A principios del siglo XX, su acción terapéutica en distintas enfermedades y su contribución a la formación de la vitamina D potenciaron los “baños de sol” y, en nuestros días, una piel bronceada se considera signo de salud y buena imagen social. Sin embargo, una exposición excesiva puede producir a largo plazo daños irreversibles en el hombre, desde eritema y fotoenvejecimiento hasta cataratas y cáncer de piel. Esto, junto a los problemas de fotosensibilidad que cada vez se estudian y conocen mejor, ha movilizado a los profesionales sanitarios que, desde hace años, asumen la tarea de concienciar a la población de la importancia de la fotoprotección.

La exposición intensa al sol (mucho tiempo-pocos días) no lleva a un bronceado seguro. La melanina se forma en la capa basal de la piel y tarda de 2 a 3 días en llegar a la superficie y colorearla, luego sólo conseguiremos una piel enrojecida o quemada. Las quemaduras reiteradas producen daños que se acumulan con el consiguiente riesgo que conllevan. El riesgo de aparición de cáncer y cataratas en el adulto es directamente proporcional al número e intensidad de las exposiciones al sol durante los primeros años de vida.

Protección adicional

La piel tiene mecanismos de defensa propios, naturales, para defenderse del sol. El más conocido es el proceso de formación de la melanina, pigmento que origina el bronceado.

Sin embargo, la radiación que nos llega de forma habitual supera la capacidad de defensa propia de la piel, de manera que necesitamos la protección adicional que nos proporcionan los fotoprotectores.

Un fotoprotector es un cosmético que se formula con filtros solares. Un buen fotoprotector debe cumplir estas premisas: debe ser seguro (no tóxico, no comedogénico, es decir que no provoque la formación de granitos, estable frente al calor...), eficaz (activo en la zona de radiación que es dañina para la salud) y versátil (que no manche y sea cosméticamente agradable). Además es deseable y, en niños es imprescindible, que sea waterproof o waterresistant, es decir, que sea capaz de permanecer en la piel cuando ésta se moja (por baños o sudor).

FPS (Factor de protección solar)

La medida de la protección frente al UVB que nos ofrece un fotoprotector es el FPS (factor de protección solar). Es un dato numérico que nos indica el número de veces que el fotoprotector aumenta la capacidad de defensa natural de la piel frente al eritema previo a la quemadura. Este dato se calcula por el Método Colipa, método vigente en Europa:

  • Protección baja: por debajo de 15
  • Protección media: entre 15 y 25
  • Protección alta: entre 25 y 50
  • Protección muy alta: 50 +


Por encima de FPS 50, la protección y seguridad que nos ofrece el producto apenas aumenta, de ahí la decisión de adoptar desde diciembre de 2005 esta escala, mucho más clara para el usuario.

Este método es el más extendido, aunque en Estados Unidos, Australia, y otros países se usan otros métodos, que dan lugar a numeraciones diferentes.

¿Qué es el Índice Ultravioleta Solar Mundial?

Es la estimación de la radiación UV que llega a la tierra a mediodía. Depende mucho de la estación, el mes y el día. Cuanto más alto es el índice, mayores serán los daños que produce el sol en la piel y en los ojos, y menor el tiempo que tardará en provocarlos.

Esta información se ofrece en ciertas cadenas y diarios durante los meses de verano. Siempre se puede encontrar en la página de la Agencia Estatal de Meteorología, en la siguiente dirección: http://www.aemet.es/es/eltiempo/prediccion/radiacionuv

Cuando vamos a comprar un cosmético fotoprotector, y debemos elegir FPS, debemos tener en cuenta el fototipo junto con el UVI (Índice Ultravioleta Solar Mundial). Cuanto más bajo es el fototipo y mayor el UVI, más alto debe ser el FPS elegido.

Fotosensibilidad

La fotosensibilidad es una respuesta exagerada, anormal, de nuestra piel cuando en presencia de una sustancia (perfume, medicamentos) entra en contacto con el sol o con la radiación ultravioleta que proviene de una fuente artificial, como son las lámparas ultravioleta diseñadas generarla y provocar el bronceado.

Estas sustancias pueden llegar a nuestra piel bien de forma tópica, como es el caso de un perfume o una crema, o bien de forma oral o parenteral cuando se trata de fármacos.

No todas las personas reaccionan de la misma forma ante estas sustancias. Existen factores que hacen variar la intensidad y la frecuencia de la reacción:

• Edad.

• Humedad y temperatura de la piel.

• Grado de pigmentación y grosor de la piel.

• Espectro de las radiaciones lumínicas.

• Concentración de la sustancia en la piel.

La primera reacción de fotosensibilidad que se conoce se originó por el uso de sulfonamidas en los años 40. Más adelante, en los años 50, apareció una nueva reacción, cuando empezó a generalizarse la toma de tetraciclinas. A partir de ahí, con el desarrollo de nuevos fármacos se han ido añadiendo otros grupos, como algunos antiinflamatorios, colorantes, algunos diuréticos, etc.

No todas las reacciones que se producen se llegan a conocer. Muchas veces es difícil relacionar la toma o la aplicación de una sustancia con la reacción posterior, pues la lesión que se aprecia es como una simple quemadura solar y la intensidad depende de los factores enumerados antes.

Existen dos tipos de reacción de fotosensibilidad, la fototoxicidad, que supone la gran mayoría de estas reacciones, casi el 95 por ciento, y las reacciones de fotoalergia, que suponen el resto, apenas un 5 por ciento. Las dos tienen mecanismos de acción diferentes, pero ambas requieren la participación de la radiación ultravioleta, normalmente de las radiaciones UVA.

Reacciones fototóxicas

Las lesiones parecen quemaduras exageradas, con urticaria o con vesículas muy pequeñas y sensación de ardor, lo que origina cambios en el tejido.

En principio, pueden producirse en cualquier persona que esté expuesta al agente químico en cualquier cantidad y a la radiación ultravioleta. En teoría, se producirían en todos los pacientes, aunque luego no siempre es así, se necesita una cantidad importante del agente en la piel y una exposición prolongada. Es más frecuente que se produzca por ingestión del agente que por aplicación del mismo de forma tópica, pero también puede ocurrir.

El diagnóstico resulta difícil porque se confunde con otras patologías dermatológicas como eccemas o quemaduras solares. En cuanto al tratamiento a veces basta con bajar la dosis del medicamento o tomarlo cuando ya no hay posibilidad de exponerse al sol, pero otras veces no queda otra opción que suspenderlo. De ahí la importancia de la prevención, con el uso de filtros solares de muy alta protección, prendas de vestir adecuadas y exposición en las franjas horarias de menor intensidad.

Hay que tener muy en cuenta que no se deben usar cosméticos, en especial cremas de protección solar con ingredientes fotosensibilizantes como benzofenonas, cinamatos, etc. Los actuales no suelen ya incluirlos en su composición, pero ante la posibilidad de sufrir una de estas reacciones, debemos no aplicarlos.

Reacciones de fotoalergia

Estas reacciones son, a diferencia de la anterior, el resultado de una respuesta inmunológica que se produce cuando la piel se expone por un lado a la sustancia sensibilizante y por otro a las radiaciones solares.

La reacción se produce con frecuencia cuando la aplicación del agente es tópica y de forma ocasional cuando la administración es sistémica. Sólo la sufrirán aquellos individuos con predisposición, a diferencia de la fototoxicidad. Incluso dosis mínimas pueden provocar la reacción.

Las manifestaciones se parecen a una dermatitis de contacto, con una erupción parecida a un eccema, inflamación, edema y prurito intenso, que comienza entre las 12 y las 24 horas después de exponerse al sol. Inicialmente la reacción está limitada a la zona de exposición, pero si el paciente sigue exponiéndose puede extenderse a zonas protegidas a las que el sol no llega. Sin embargo, si cesa la exposición, a los 15 días termina el proceso.

El diagnóstico diferencial entre los dos tipos de reacción no es fácil, tanto porque los síntomas son muy parecidos como porque hay sustancias que pueden desencadenar ambos problemas.

En cuanto al tratamiento, muchas veces basta con bajar la dosis del agente o disminuir la exposición al sol. Como en el caso de la fototoxicidad, es primordial la prevención. Los pacientes que se vean afectados deben exponerse al sol lo menos posible al menos durante 15 días después de la erupción y protegerse al máximo.

No sólo los fármacos producen estas reacciones. Colorantes, perfumes, esencias como la de limón, lavanda, etc., y otros ingredientes, incluso filtros solares (PABA, benzofenona, etc.), también las originan.

La fotosensibilidad asociada a medicamentos es una reacción adversa de los mismos en ocasiones grave, no sólo por la lesiones que ocasiona, sino también porque puede originar el desarrollo de una hipersensibilidad persistente a la luz. Protejámonos del sol y consultemos siempre al profesional sanitario sobre si una sustancia o fármaco puede inducirnos este problema.