La vida con epilepsia también es vida

La mayoría de los pacientes pueden vivir con normalidad gracias a los tratamientos antiepilépticos actuales

Se trata de una de las patologías neurológicas crónicas más comunes, y sin embargo en torno a ella persiste un gran desconocimiento: es la epilepsia. Dicha circunstancia acarrea como primera consecuencia un importante estigma social, lo que unido a la falta de recursos desemboca en que entre un 60 y un 90 por ciento de las personas afectadas no siga el tratamiento más adecuado.

No obstante, lo mejor que hoy se puede decir de la epilepsia es que alrededor del 80 por ciento de los pacientes afectados por esta enfermedad pueden vivir con normalidad gracias a los tratamientos antiepilépticos actuales.

En los últimos años se han producido grandes avances en el diagnóstico por neuroimagen, así como en la integración de las distintas pruebas de exploración de los enfermos. En el tratamiento, destacan las nuevas terapias quirúrgicas y farmacoactivas.

Desorden neurológico

La epilepsia es descrita como un desorden neurológico común que afecta al Sistema Nervioso Central. Con frecuencia, sin un claro factor desencadenante y sin un motivo aparente, provoca la alteración incontrolada de la actividad normal de las neuronas, lo que da lugar a sensaciones, emociones y a veces convulsiones, espasmos musculares o pérdida momentánea de la consciencia. En este caso, estaríamos hablando de crisis epiléptica.

No obstante, la Sociedad Española de Neurología hace la salvedad de que no es lo mismo hablar de crisis epiléptica que de epilepsia, por lo que es conveniente saber distinguir entre los dos conceptos. En este sentido, crisis epiléptica es el resultado clínico de una descarga brusca, anormal por su intensidad e hipersincronía, de un grupo de neuronas cerebrales. Epilepsia es la repetición crónica de crisis epilépticas, por tanto una sola crisis no es una epilepsia. De ahí que para realizar el diagnóstico, el especialista tiene en cuenta si el paciente ha tenido dos o más crisis espontáneas.

¿Origen desconocido?

Al preguntar dónde reside la causa, los expertos refieren tumores cerebrales, meningitis, malformaciones, traumatismos craneales, alcoholemia..., pero la mayor parte de las epilepsias son benignas y de origen desconocido. Cualquier persona puede padecer epilepsia, pero es más frecuente que aparezca en niños o en la tercera edad. En algunas formas de epilepsia son importantes los antecedentes familiares y en otras existe claramente una transmisión genética.

Los primeros síntomas de una epilepsia son las ya citadas crisis epilépticas, que pueden ser muy variables desde el punto de vista de sus manifestaciones clínicas, que a su vez dependen de la zona de la corteza cerebral afectada. La crisis más conocida es la convulsiva, pero hay otras como las ausencias, consistentes en la desconexión momentánea del entorno, o las crisis mioclónicas, que se manifiestan en forma de sacudidas bruscas, localizadas o generalizadas; pero todas tienen en común la duración, que en general es breve –en torno a un par de minutos-, con inicio y final brusco.

Se puede curar

No existen fórmulas o normas de conducta claras que permitan prevenir las crisis convulsivas, aunque los expertos suelen recomendar dietas equilibradas, dormir lo suficiente y no beber alcohol ni ingerir drogas como forma de disminuir las crisis. No obstante, y a pesar del elevado número de tipos de crisis epilépticas clasificados según los síntomas, es posible vivir con epilepsia dentro de la normalidad.

Los especialistas señalan que alrededor del 70-80 por ciento de los casos tienen cura, lo que supone una amplia mayoría, si bien hay que matizar que unos tienen buen pronóstico y se controlan fácilmente con fármacos que en ocasiones es posible retirarlos; otros tipos de epilepsias requieren la toma de varios fármacos o tratamientos quirúrgicos; también se incluye la dieta cetógena, si bien esta última, consistente en una alimentación rica en grasas y libre de hidratos de carbono, sólo es útil en niños.

En cualquier caso, cabe repetir que la principal conclusión es que con epilepsia se puede llevar una vida normal, siempre y cuando, claro está, se respeten las normas marcadas por el médico, como tomarse la medicación y asumir el propósito de no encerrarse ni privarse de realizar actividades.

A este respecto, casi siempre se suelen citar personajes famosos que han destacado en distintas facetas del arte, el deporte o la política, como Julio César, Alejandro Magno, Dostoyewsky, Van Gogh, Santa Teresa de Jesús, Haendel... Es una manera de demostrar y confirmar que no estamos ante una enfermedad que tenga que ver con la deficiencia mental, ni mucho menos. Son innumerables las personas que a pesar de las crisis epilépticas han mostrado unas dotes intelectuales y/o físicas muy superiores al promedio humano.

Por otra parte, a la gran mayoría de pacientes epilépticos, los médicos no les hacen restricciones importantes en su tipo de dieta ni en su régimen de vida; de hecho, no les prohíben el chocolate, las bebidas gaseosas o el café, por citar algunos alimentos. Tampoco les prohíben la práctica de deportes, si bien aconsejan que éste se haga bajo supervisión médica, y sí recomiendan, obviamente, excluir los de máximo riesgo, como alpinismo o pesca submarina.

De todas formas, ser testigo de una crisis epiléptica, sobre todo si es una crisis tónico-clónico, puede ser muy impactante, y aunque breve -no suele llegar a tres minutos-, para el profano puede parecer una eternidad. Además, según señalan los expertos, es muy poco lo que se puede hacer, debido a que una crisis empieza y termina sola.