Es verano: zapatos nuevos, probables ampollas

Un buen consejo al comprar zapatos nuevos es no dejarse llevar sólo por el número del calzado, ya que éste suele variar según sea la marca o el estilo del mismo

Callos y durezas, rozaduras, heridas, ampollas... Con la llegada del verano, dejamos las botas a un lado y nos procuraremos un tipo de calzado más ligero y abierto y, si es posible, prescindiremos de calcetines o medias, con lo cual el pie quedará en contacto directo con el material del zapato y expuesto al aire caliente del exterior.

Hay personas cuyo exceso de sudor corporal, y en particular de los pies, acarrea problemas secundarios, como  grietas interdigitales. En el polo opuesto, una sequedad excesiva de la piel puede verse agravada al llevar los pies al aire, lo que suele culminar con los talones resecos, con sus bordes blanquecinos por la deshidratación y acumulación de hiperqueratosis (dureza de la piel).

Otro riesgo veraniego en relación con los pies reside en las infecciones cutáneas por hongos, de las que la más frecuente es el pie de atleta, que afecta a los dedos y provoca una piel enrojecida, seca y escamosa. En ocasiones, también pueden aparecer grietas o ampollas.

También es más que probable que si tenemos que acudir a una tienda en pos de ese calzado más adecuado para el verano, volvamos a adquirir aquellos zapatos, zapatillas, sandalias, chanclas, etc., que nos entran por los ojos, sin pensar en el confort de nuestros pies. Lo mismo cabe decir del uso y abuso del zapato de tacón y punta estrecha con el fin de realzar el tobillo femenino, lo que sigue siendo un buen ejemplo de lo que no se debe hacer.

Según los expertos, una primera medida es que el calzado cumpla su cometido de proteger los pies y les evite rozaduras, heridas y las clásicas ampollas. Para ello, no han de ser demasiado estrechos ni muy holgados, pues tan incómodo resulta una cosa como la otra, además de que lastiman el pie.

Los primeros días de calor es mejor usar los zapatos y sandalias de la temporada anterior, ya preparados y "rodados", pero si son de estreno y además fabricados con materiales poco flexibles y sintéticos, conviene prevenir aplicando apósitos en las zonas más vulnerables. El farmacéutico le podrá aconsejar debidamente al respecto.

Cabe señalar que si queda demasiado espacio libre en la puntera, el pie tenderá a deslizarse dentro del zapato, dando paso al roce y a las consabidas ampollas y rozaduras. Lo mismo cabe decir si el talón se sale.

Un buen consejo al comprar zapatos nuevos es no dejarse llevar sólo por el número del calzado, ya que éste suele ser variable según sea la marca o el estilo del mismo. Lo mejor es optar por el que más se ajuste a la forma de su pie, ya que el tamaño de éste cambia con el paso de los años. Por otra parte, el zapato no se "amolda" tan fácilmente al pie como se cree, y si lo hace es a costa de dolor y heridas evitables. A veces ocurre que uno de los zapatos calza perfectamente, mientras el otro se nota apretado. Pruébese otros pares.

Tacones de altura

Para la mujer, los expertos aseguran que los zapatos de tacón bajo (aproximadamente 2,5 centímetros) con puntera ancha son los ideales, dado que el pie bien acomodado en la parte frontal es tan importante como el talón. El calzado femenino de tacón alto y puntiagudo, además de incómodo, es fuente de problemas ortopédicos y lastima dedos, tobillos, rodillas, pantorrillas y espalda.

Asimismo, la altura de los tacones ejerce presión en la planta del pie, por lo que cuanto más alto es el tacón, mayor es dicha presión, que se prolonga hacia la punta del pie.

Especial cuidado hay que tener con las chanclas, ya que su diseño está pensado para la playa o a la piscina, pero no para ir al trabajo o salir a pasear. El material de caucho o goma con que están fabricadas aumentan el sudor de los pies, y dada la escasa sujeción que llevan, es fácil deslizarse creando inestabilidad y riesgo de sufrir un esguince o una torcedura. Además, el pie sin protección queda expuesto a tropiezos en las aceras, pisar cristales o latas que pueden perforar la chancla y provocar heridas que pueden ser focos de infecciones.

Algunos especialistas aconsejan para el verano el calzado de esparto, pues a pesar de que son cerrados, dejan transpirar el pie y, además, su suela es de mayor grosor.

Remedios

Hay quien las ha llamado "el síndrome de los zapatos nuevos", porque si bien suelen estar asociadas con el deporte, o con cualquier tipo de trabajo o actividad física que implique rozaduras sobre superficies abrasivas, las ampollas suelen hacer acto de presencia apenas unos 15 minutos después de estar estrenando zapatos.

Los "puntos diana" en este caso suelen ser los talones y los dedos de los pies, sobre todo el meñique. También si el material empleado en la fabricación del zapato es sintético crea problemas en la adaptación de éste al pie, y sobre todo porque dificulta la transpiración.

Si el mal ya se ha producido por culpa de la rozadura, hemos de lavar minuciosamente la herida para evitar que se infecte; acto seguido aplicaremos un producto antiséptico y cubriremos la zona con una tirita o apósito.

Las ampollas, por su parte, se curan a veces de manera natural; de no ser así, su tratamiento va a variar según la causa, pero en líneas generales también requieren un buen lavado de la zona con agua y jabón, procurando mantenerla limpia y seca.

Dado que el calor favorece la formación de ampollas, conviene mantener los pies secos y utilizar calzado que facilite la transpiración, pues a veces la causa de las ampollas reside en unos pies sudados que resbalan dentro de unos zapatos demasiado rígidos.

También conviene evitar las arrugas de los calcetines y elegir, insistimos, un calzado con la talla adecuada, lo que sorprendentemente no se cumple en casi la mitad de los usuarios.