Resfriado: evitar el contagio

Como no existe ni una vacuna ni un tratamiento farmacológico que proteja contra el resfriado común, se deben extremar las medidas higiénicas para evitar complicaciones

Ojos enrojecidos y llorosos, nariz congestionada y con abundante "goteo" nasal, estornudos, mucosidad abundante, tos seca o productiva cargada de flema, fiebre moderada, dolor de cabeza, dolor de garganta, ronquera, a veces se siente el cuerpo dolorido como si nos hubieran apaleado...

Está claro que se trata de la tarjeta de visita de un simple catarro o resfriado.

Pero para quien está sufriendo los embates de tales síntomas, el asunto no tiene nada de simple, habida cuenta de que son muy desagradables y en su momento álgido pueden llegar a ser invalidantes, al menos y como mínimo, por un par de días.

Son harto conocidas las altas cotas de absentismo escolar y laboral que generan estos cuadros catarrales, con los consiguientes costes económicos y sociales que conllevan.

Algunos datos oficiales revelan que el absentismo laboral por causa de los resfriados oscila en torno al 30-50 por ciento. Entre los escolares, es la principal causa de ausencia en las aulas.

Paradójicamente, tanto la tos como el flujo nasal, síntomas más habituales, constituyen respuestas defensivas del organismo ante la acción vírica. La tos contribuye a limpiar el árbol respiratorio que se ve atorado por el exceso de mucosidad, mientras el flujo nasal es la respuesta de la membrana mucosa que recubre las fosas nasales a la irritación derivada de la invasión vírica.

Dado el alto poder de contagio de los resfriados, justo es pensar en cómo defenderse y prevenir el problema, pero también es necesario pensar en los demás para no ser fuente de propagación de los virus. Habida cuenta de que según los expertos no existe vacuna alguna que proteja contra el resfriado común, ni un tratamiento farmacológico que cure o prevenga el resfriado -el catarro común está causado por virus, no por bacterias, por lo que hay que evitar los antibióticos-, se deben extremar las medidas higiénicas para evitar complicaciones.

Los niños, los más propensos

Sabido es que los niños son más propensos que los adultos a resfriarse. Además de que, en razón de la edad, su sistema inmunitario es aún inmaduro, en los pequeños el contacto físico a través de los juegos es intenso e inevitable, unido a que suelen compartir los elementos con que juegan; asimismo, la estrecha convivencia de los niños en los colegios y guarderías favorecen la propagación de los catarros, por lo que ellos se deben extremar los cuidados.

Y así como en los adultos resulta imprudente automedicarse, también lo es administrar a los niños menores de dos años medicamentos anticatarrales o antitusivos sin la prescripción expresa del pediatra. Especialmente peligroso es administrarles antibióticos -en estos casos tampoco son útiles para los mayores-, o aspirina, por estar asociada al síndrome de Reye (daño cerebral y hepático).

Si se trata de un niño de menos de tres meses de edad y con fiebre, es importante acudir al médico inmediatamente. Los recién nacidos y los niños pequeños pierden con facilidad el calor corporal. Cuando tosan o tengan un catarro, es importante mantenerlos abrigados y calientes, además de procurarles alimentos y abundantes líquidos. El pediatra indicará el tratamiento más adecuado.

Amamantar a un niño acatarrado o con tos puede resultar difícil, pero la lactancia materna ayuda a combatir las infecciones al mismo tiempo que protege el desarrollo del niño.