¿Qué podemos hacer frente al estrés?

¿Quién no ha estado estresado alguna vez? El trabajo en exceso, las aspiraciones no satisfechas, una situación familiar complicada y el frenético ritmo de vida actual muchas veces son responsables de ello. Pero la situación económica que nos acorrala ha agravado, en cierto modo, el problema y algunos datos muestran claramente la trascendencia que puede tener el estrés en nuestras vidas. Basta un ejemplo: el alto nivel de desempleo de larga duración unido a la incertidumbre económica que esta situación genera en los parados ha aumentado los casos de ansiedad, depresión y estrés entre este colectivo.

Sobreesfuerzo

El estrés es una 'saturación', pues aparece cuando alguna situación de la vida de la persona demanda más recursos de los que ésta puede aportar y su capacidad se desborda por ello. Se define como una respuesta automática del organismo (fisiológica, piscológica y conductual) al intentar adaptarse a cualquier cambio ambiental, externo o interno, que altera el equilibrio emocional de la persona. Ante una situación estresante, el organismo realiza un sobreesfuerzo para adaptarse a ella.

El estrés no es malo, de hecho es un motor indispensable para anticiparnos y resolver las dificultades con que nos encontramos, a prepararnos para la acción. Pero en dosis demasiado altas y repetidas agota progresivamente el organismo y se vuelve nefasto cuando quien lo sufre ya no puede adaptarse a él.

Y es que, el estrés 'negativo' perturba, conlleva sufrimiento y, en ocasiones, puede convertirse en patológico. Cuando es prolongado conlleva temor y preocupación excesiva, inseguridad y miedo, numerosos problemas de salud, sociales y familiares, además de hábitos insanos, intranquilidad, insomnio y un largo etcétera.

Causas

Las causas del estrés son múltiples y diversas pues cualquier situación que sobrepase los propios recursos y ponga en riesgo el bienestar puede causar estrés. El ruido, el dolor o el frío, por ejemplo, generan estrés físico; el estrés social está relacionado con el entorno personal, por ejemplo con una situación familiar difícil; el paro, la sobrecarga de trabajo, las responsabilidades, las presiones psicológicas y los conflictos en las relaciones laborales, etc. favorecen el estrés profesional y, por último, el estrés relacionado con los hábitos de vida, como comidas no equilibradas, abuso de excitantes o falta de sueño, suele ser fuente de estrés crónico.

Estas situaciones no afectan a todas las personas por igual: las que provocan estrés en una persona pueden resultar insignificantes para otras, por lo que conocer qué estresa a cada persona es fundamental para intentar ponerle freno. De hecho, ante  el estrés, lo ideal es aprender a reconocer las primeras señales que le delatan (tensión en hombros, cuello y mandíbula, opresión en el pecho, dolor de cabeza, etc.), si es posible evitar el desencadenante  y, sin duda, aprender a afrontarlo de otra manera. Las recomendaciones que le damos en el cuadro adjunto le serán de gran ayuda.

El estrés y la salud

El estrés se deja notar en nuestra salud y lo hace a tres niveles. En primer lugar, sobre el comportamiento, aumentando el consumo de sustancias, tanto legales (café, tabaco, alcohol, comida, fármacos) como ilegales, y provocando, por ejemplo, trastornos en el sueño, falta de concentración, apatía o intolerabilidad al ruido. En segundo lugar, sobre nuestros pensamientos, ya que bajo su influencia somos menos lúcidos, activos y eficaces. Además, a la persona estresada le cuesta tomar decisiones y siente que las emociones se amortiguan. No es de extrañar que la ansiedad y la irritabilidad se dejen notar. Por último, a nivel físico, el estrés puede derivar en dolor de cabeza, alteraciones digestivas y contracturas musculares, entre otros problemas.

En resumen: cansancio, alteraciones del sueño y cefaleas suelen ser las señales más habituales del estrés. Pero este problema de salud puede provocar otros más graves como trastornos de ansiedad, depresión severa o enfermedades cardiovasculares. Por lo que, para evitar complicaciones, la mejor receta es aprender a detectar el estrés y afrontarlo. Si pasan más de seis semanas y no logra librarse de él o si reconoce en si mismo síntomas de depresión o ansiedad, dolores de cabeza, espalda, insomnio, indigestión, fatiga, aumento de la presión arterial, estreñimiento o diarrea y aumento o disminución importante de peso, hable con su médico.

Fuente: El Periódico de la Farmacia y Laboratorios Boiron