Dermatitis atópica: una enfermedad, muchas barreras

La crisis económica también impacta negativamente en un trastorno en el que el estrés juega un papel determinante en la aparición de brotes

La dermatitis atópica (DA) es una enfermedad de la piel recurrente (con periodos de empeoramiento y de mejoría), caracterizada por lesiones en forma de enrojecimiento, picor intenso y sequedad. Tiene una especial repercusión en las consultas de Pediatría: con variaciones estacionales y geográficas, es fácil que genere globalmente un 5 por ciento de las consultas pediátricas, bien como motivo de consulta o asociado a otros problemas.

Los cálculos más recientes señalan que hasta un 18 por ciento de la población infantil padece DA; en la mayor parte de los casos (en un 60 por ciento) el trastorno se consigue diagnosticar antes de cumplirse el primer año de vida; de hecho, en hasta un 85 por ciento de los pacientes la enfermedad ha debutado antes de los 5 años de vida.

La DA es una enfermedad eminentemente cosmopolita, con mayoría en zonas urbanas, que afecta todas las razas y etnias, y que se presenta por igual en ambos sexos, aunque a nivel pediátrico suele ser más frecuente en niños que en niñas, invirtiéndose esta tendencia en la adolescencia y en la edad adulta. Se desconoce la verdadera causa de la dermatitis atópica; se sabe, sin embargo, que la predisposición a padecerla se hereda y que su manifestación se asocia frecuentemente con el estilo de vida de los  países desarrollados.

Aunque las manifestaciones de la enfermedad pueden ser muy variables, el diagnóstico suele ser relativamente sencillo, por la frecuente presencia de lesiones cutáneas de diversa intensidad y extensión, la sequedad de la piel y el picor (que en niños de corta edad puede generar irritabilidad constante, afectando a su calidad de vida).

La sensación de piel muy seca, sin elasticidad, puede llegar a ser muy molesta y cuando se localiza en zonas fácilmente visibles puede generar rechazo que afecta a las relaciones y autoestima, limitando significativamente el desarrollo de la personalidad durante la infancia y adolescencia. Aunque por sí misma la atopia, en su manifestación cutánea, no pone en peligro la vida, su presentación insidiosa, su duración prolongada, la reactivación injustificada y el impacto en el bienestar general del que la padece (con frecuente repercusión en los que conviven con él) la convierte en un verdadero problema de salud pública.

Picor y rascado

El carácter crónico y recurrente de la dermatitis atópica hace que a menudo las manifestaciones sean variables. El prurito (con frecuencia intenso y presente en todos los segmentos de edad) provoca un malestar generalizado y el consiguiente rascado (a menudo difícil de controlar, especialmente en niños). Las consecuencias del rascado llevan a menudo  a la sobreinfección. La piel seca, muy persistente es otro de los aspectos que impactan negativamente en la calidad de vida de los que sufren esta enfermedad y de su familia.

El picor es uno de los principales rasgos característicos de esta enfermedad y, sin duda, uno de los que más impacto psicológico y físico causa al paciente. Según la presidenta de ADEA, Mercedes González, "el picor es el peor problema de los atópicos, puesto que convierte nuestro día a día en un infierno". Sin embargo, "lamentablemente los dermatólogos disponen de pocos recursos y suelen prescribir medicamentos que pueden producir una fuerte somnolencia para controlarnos el picor".  Por ese motivo, el objetivo del IV Día de la Dermatitis Atópica, celebrado el pasado 27 de noviembre impulsado por ADEA, en colaboración con Astellas, Isdín, Leti, Stada y Web de la Salud, fue dar un toque de atención sobre esta situación, además de animar a la industria a crear nuevos medicamentos para resolver eficazmente este inconveniente.

Para Mercedes González "es crucial insistir en la puesta en marcha de las medidas profilácticas y terapéuticas adecuadas". Y es que, a su juicio, "el paciente no siempre hace lo que (a juicio de la Medicina) más le conviene". "Como es una enfermedad crónica y sin cura conocida, todos los enfermos buscamos otras soluciones fuera de la medicina tradicional. Aún no tenemos la conciencia de que es crónica, pero el mensaje que debemos dar es que se puede disfrutar de una buena calidad de vida siguiendo las recomendaciones médicas", resalta.

Lo que resulta evidente son las consecuencias nefastas y múltiples de esta enfermedad dermatológica. "La peor consecuencia es, sin duda, la desesperación", apunta Mercedes González, quien añade que "los familiares y los enfermos llegan a tener ataques de ansiedad por la intranquilidad que producen los brotes de dermatitis atópica y la desesperación de no poder terminar con ellos". Además, recalca, "muchos enfermos sufren brotes en la cara o zonas visibles del cuerpo, y eso afecta mucho a su seguridad personal y autoestima".

El paciente no siempre entiende bien las instrucciones del médico

El paciente no siempre entiende bien las instrucciones del médico

Un problema creciente

La frecuencia de la dermatitis atópica se ha incrementado sustancialmente, de 2 a 5 veces, a nivel mundial en los últimos 20 años. El estilo de vida occidental, el aumento de la edad materna, la polución, el tabaquismo materno, la migración de áreas rurales hacia centros urbanos o los cambios ambientales que están sucediendo, así como la exposición temprana a pólenes, ácaros o alergenos, están facilitando la extensión de esta enfermedad en individuos genéticamente susceptibles.

Actualmente se estima que entre el 5 y el 15 por ciento de la población general padece DA, un trastorno dermatológico crónico que llegan a sufrir cerca del 20 por ciento de los niños. Sus consecuencias van desde la vertiente económica hasta de relaciones sociales, y tiene un impacto negativo en los estudios/trabajo y la calidad de vida de los afectados. Noches de sueño interrumpido y de mala calidad, cuidados especiales con la alimentación, atención pormenorizada en el lavado de ropas y su composición, utilización de jabones específicos o la necesidad de hacer un secado especial de la piel son algunas de las múltiples consecuencias que sufren los afectados por esta enfermedad y sus familiares más directos.

La crisis económica también impacta negativamente, y desde diferentes perspectivas, en la dermatitis atópica. Como denuncia la presidenta de ADEA, "a los atópicos nunca nos han subvencionado las cremas emolientes, y eso es una pena porque para nosotros es fundamental tener la piel hidratada y necesitamos gastar mucho dinero en cremas".  Pero, además, "ahora con la crisis todos los problemas se acentúan: a la falta de subvención de los productos que necesitamos, y a la pérdida adquisitiva de los pacientes, se le une el hecho de que es una enfermedad que se ve muy afectada por el estrés: a más estrés más brotes y, si no hay dinero, para cuidarse todo se vuelve más difícil".

Uno de los aspectos más relevantes para los pacientes, y con consecuencias en la economía, es el elevado coste que tienen los productos para el tratamiento de la dermatitis, que requieren de un uso constante (como los emolientes, que deben aplicarse varias veces al día).

En general, los pacientes se quejan de la falta de atención que las autoridades sanitarias prestan a esta enfermedad. Junto a este problema, otros hechos que causan inquietud entre los pacientes y sus familiares, como la frecuencia de los brotes y el nerviosismo que producen (en el afectado y su entorno) o la deficiente interpretación que hacen de las instrucciones que reciben del médico (no siempre claras y suficientes), todo lo cual hace que frecuentemente los pacientes busquen soluciones no siempre de eficacia contrastada.

Retos

Hasta el momento, el principal reto médico en el abordaje de la dermatitis atópica pasaba por el desconocimiento de la causa real de este trastorno. Como destaca el doctor Raúl de Lucas Laguna, dermatólogo en el Hospital La Paz y en el Centro Médico Infanta Mercedes (Madrid), "por fin sabemos la causa principal de la dermatitis atópica: se trata de una alteración de la función barrera de la piel"; en concreto, parte de una alteración de una proteína llamada filagrina.

Esta alteración hace que los pacientes con atopia tengan una barrera defectuosa que favorece la pérdida de agua; por ello, la piel es seca y se facilita una penetración más sencilla de irritantes, microorganismos y aquellas otras sustancias que activan a nuestro sistema inmune y provocan el brote de dermatitis. Esto es tan importante que, según estudios recientes, esta alteración de la función barrera se ha relacionado con la aparición de la denominada marcha atópica, que consiste en rinitis, asma y alergias que son propias de más del 30 por ciento de los pacientes atópicos.

La conclusión es sencilla a la luz de estos hallazgos, según el doctor De Lucas, "si conseguimos mejorar la función barrera, mejoraremos los brotes y, lo que es más importante, evitaremos la aparición de la marcha atópica".

Independientemente de este avance, actualmente controlar los brotes, evitar que aparezcan y, por supuesto, disponer de una terapia curativa siguen siendo los principales retos pendientes en el abordaje de esta enfermedad.