Alimentación y sueño: cómo el descanso afecta a nuestra nutrición y viceversa

El binomio alimentación-sueño marca nuestro estado anímico, bienestar físico y rendimiento laboral, por lo que merece la pena adoptar una rutina que eduque nuestro descanso y nuestro sistema digestivo

Hoy, 13 de marzo, es el Día Mundial del Sueño y en esta ocasión el protagonista es el insomnio. Su eslogan, "Cuando el sueño es reparador, la salud y la felicidad abundan", nos anima a valorar el descanso como fuente de bienestar, por lo que es importante analizar la estrecha relación existente entre el sueño, la alimentación y el estado anímico.

El insomnio, trastorno caracterizado por un déficit en la calidad y/o cantidad del sueño, afecta cada vez a una mayor parte de la población. Los últimos estudios del Hospital Vall d´Hebron determinan que uno de cada cinco españoles lo padecen. Además, el 3,7% presenta dificultades para conciliar el sueño, situación que aumenta hasta el 10% en los mayores de 55 años.

Existen múltiples factores de nuestro día a día que se ven condicionados por la calidad del sueño, desde aquellos relacionados con nuestra salud física hasta los de índole psicológica y afectiva. Así, la falta de descanso puede aumentar el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares, disminuir nuestra memoria o desarrollar síntomas de ansiedad o depresión. Por ello, se concluye que dormir adecuadamente es sinónimo de positividad y buena salud.

¿Cómo afecta la nutrición en el descanso?

Existen diversos motivos que condicionan trastornos propios del sueño, pero todos los estudios coinciden en un factor determinante: los hábitos alimenticios. Hoy sabemos que la síntesis de algunos neurotransmisores, sustancias que actúan como mensajeros químicos entre las neuronas y las hormonas relacionadas con el ciclo del sueño, dependen de ciertos nutrientes específicos de los alimentos, prueba inequívoca de la asociación entre dieta y descanso.

El estilo de vida actual de la mayor parte de la población, caracterizado por una rutina alimentaria cada vez más alejada de la Dieta Mediterránea es, en muchas ocasiones, fuente de los trastornos asociados al sueño. Debemos eludir las cenas copiosas y ricas grasas (embutidos, quesos curados y/o grasos, salsas o frituras), pues pueden producir acidez de estómago, un claro inconveniente para la buena calidad del sueño.

Igualmente, se deben evitar por la noche aquellas recetas elaboradas con cantidades considerables de especias, así como acostarse inmediatamente después de cenar, ya que potencia la subida del contenido ácido del estómago al esófago, provocando síntomas como el ardor o las náuseas.

Ante esta reflexión, conviene apostar por cenas ligeras con productos que faciliten la digestión y potencien la relajación, preparándonos para el momento de dormir. Aquellos ricos en triptófano, como el plátano, la avena, la leche caliente, o las almendras, son esenciales para fabricar serotonina, la llamada hormona de la felicidad que contribuye a disminuir los niveles de estrés y nerviosismo.

Las legumbres destacan como alimento rico en triptófano, por lo que aunque no las incluyamos en la cena, conviene que las consumamos con asiduidad en nuestra alimentación para favorecer el buen estado anímico. También son recomendables los alimentos beneficiosos para el confort digestivo, como la papaya, la alcachofa, el espárrago, el calabacín o los productos integrales.

¿Y viceversa?

Pero no solo una inadecuada alimentación puede desembocar en un perjuicio para la salud de nuestro descanso, sino que un sueño de mala calidad también afecta negativamente a nuestra salud alimentaria y nuestro peso.

Estudios científicos realizados por el Instituto de Biomedicina, Farmacia y Fisiología de la Nutrición de la Universidad de Helsinki concluyen que las personas que duermen menos presentan mayor probabilidad de consumir más alimentos ricos en grasas y carbohidratos refinados, así como menores proporciones de verduras, siguiendo unas pautas dietéticas más irregulares. Estos patrones alimentarios inciden en nuestra salud, asociando la falta de descanso al aumento de peso y, por tanto, al desarrollo de enfermedades cardiovasculares y déficit de rendimiento.

Así, es imprescindible establecer unos hábitos horarios de descanso, procurando acostarnos y levantarnos siempre a horas similares para educar a nuestro sistema digestivo, que aprenderá a demandar nutrientes de forma equitativa y coordinada. Debemos acostarnos, además, en un estado de relajación mental, evitando pensamientos relacionados con el entorno laboral o familiar, para lo que pueden ayudarnos las infusiones o los suplementos alimenticios naturales.

El binomio alimentación-sueño marca, día a día, nuestro estado anímico, bienestar físico y rendimiento laboral. Pasamos un tercio de nuestra vida durmiendo y cerca de 10 años comiendo, por lo que merece la pena adoptar una rutina que eduque nuestro descanso y nuestro sistema digestivo, apostando por la calidad de vida, la salud y la positividad.

Articulo realizado por Carlos Fernández, Director Médico del Grupo NC Salud www.gruponcsalud.com