Ejercicio e hidratación van de la mano

El agua es un compuesto básico durante la práctica de ejercicio físico que ayuda a mantener los mecanismos de refrigeración

Probablemente no haya médico en el mundo que no recomiende a sus pacientes la realización de ejercicio como una actividad regular en su vida cotidiana. Es –aseguran- la medida más inteligente que se puede adoptar para mantener en forma el corazón, los pulmones, la circulación, los músculos, los huesos, las articulaciones e, incluso, la mente. En una palabra: salud.

Los cambios en el estilo de vida de los españoles son un hecho, y algunas consecuencias derivadas de ello, como el sedentarismo, representan un potencial problema para nuestra salud. Sin embargo, todo parece indicar que seguimos empeñados en convertirnos en sedentarios sin remedio. En 2005, un informe llevado a cabo en 15 países de la Unión Europea puso de manifiesto que España es el primer país en cuanto a la tasa de inactividad física por habitante. El 38 por ciento de los jóvenes españoles se declararon sedentarios. Más recientemente, el manual “Activa tu vida”, elaborado por la Fundación Española del Corazón (FEC) reveló que el 40 por ciento de los españoles entre 25 y 60 años califica su actividad física como “baja” o “muy baja”.

Actividad física y ejercicio

Quizá convenga en este punto distinguir dos conceptos que a este respecto suelen manejarse indiscriminadamente: actividad física y ejercicio. El Consejo Europeo de Información sobre Alimentación (EUFIC), explica que la actividad física se refiere a la totalidad de la energía que se gasta al moverse. Las mejores actividades físicas –recalca esta organizaciónson las cotidianas, en las que hay que mover el cuerpo, como andar, montar en bicicleta, subir escaleras, hacer las tareas del hogar, ir a la compra… y la mayoría de ellas forman parte inherente de nuestra rutina.

Por el contrario, el ejercicio es un esfuerzo planificado e intencionado, al menos en parte, para mejorar la forma física y la salud. Puede incluir actividades como andar a paso ligero, la bicicleta, el aeróbic y quizás algunas aficiones activas como la jardinería y los deportes competitivos.

Los ejercicios de intensidad suave a moderada (aeróbicos) son los que producen mayores efectos beneficiosos para la salud, ya que permiten ejercitarnos durante periodos de tiempo prolongado sin producir fatiga. En concreto, el ejercicio aeróbico mejora el control de la glucemia y la respuesta a la insulina, fundamental para el control diabético, aumenta las defensas antioxidantes frente al tabaquismo, y produce un efecto antiinflamatorio protector frente a la formación de placas de ateroma.

Estado de salud

¿Cómo conseguir que el ejercicio físico tenga el efecto deseado? El doctor Carlos de Teresa explica que para ello es necesario conocer el estado de salud y la condición física de cada individuo, “algo que muchas veces pasamos por alto, pero que es crucial para prescribir el tipo de actividad más eficaz para cada persona”.

Según afirma este especialista, las cualidades físicas básicas (resistencia, fuerza, flexibilidad y velocidad) tienen un claro efecto en el rendimiento deportivo, pero el efecto positivo del ejercicio sobre la calidad y expectativa de vida no son reconocidos por buena parte de la población, pese a que numerosos trabajos científicos respaldan sus beneficios.

En relación con la infancia, “los tres elementos clave para promover la salud a largo plazo de nuestros niños son la realización de actividades que aumenten la resistencia (deportes en equipo, tenis, natación, bicicleta o patinaje), la fuerza (gimnasia, artes marciales, juegos de saltos), y la flexibilidad, que permite una movilidad mayor”, recalca de Teresa.

Beber lo suficiente

Un aspecto especialmente destacado es el desconocimiento existente sobre la importancia que tiene una correcta hidratación para mantener el bienestar y mejorar nuestro rendimiento físico.

Pese a no considerarse alimento, el agua es esencial para la vida y sus necesidades son variables, dependiendo de factores como el clima, el tipo de actividad física que se realice o los hábitos dietéticos. Al igual que el agua, muchas otras bebidas refrescantes con edulcorantes (con/sin gas) o zumo de frutas aportan prácticamente el mismo contenido hídrico.

El agua es un complemento básico durante la práctica de ejercicio físico que ayuda a mantener los mecanismos de refrigeración. Durante el ejercicio es frecuente que se produzca una deshidratación progresiva, debido a que los deportistas no ingieren una cantidad suficiente de líquido que reponga las pérdidas de agua producidas. Esta deshidratación puede causar una disminución del rendimiento físico, incrementar el riesgo de sufrir lesiones y poner en juego la salud, e incluso la propia vida del deportista.

El calor y el ejercicio físico son dos de los factores que aumentan el riesgo de sufrir una deshidratación, lo que puede generar cansancio, dolor de cabeza, malestar general, calambres musculares o aumento del ritmo cardiaco.

El Observatorio de Hidratación y Salud (OHS) recomienda beber, como media, 2,6 litros de líquido al día (3 para los hombres y 2,2 para mujeres). En situaciones especiales, como son los días de calor o la práctica de ejercicio físico, los requerimientos de ingestión de líquido se duplican.